CARAS Y CARETAS

Una familia periodística y literaria son una razón para escribir en nombre del pasado, confesando el presente. Todo esto en una ciudad enigmática y reveladora de historias. Escribo estas notas a la memoria de los maestros periodistas que hicieron de su ingenuo asombro de cada día.





DE DUELO EN DUELO


Tomada por Estefania A. Bogotá.

Por Estefania Almonacid 


       La mujer de la que hablaré parece que ya no tuviera el miedo del mundo, pero lo tiene en medio del cuerpo… cualquiera se puede equivocar. Nos pide que le demos un abrazo pero no recibe ninguno, porque ella dice que estamos ocupados sosteniendo el dolor de las vidas. Entonces Mery se sienta a escribir y Yolanda empieza a sentir, a llorar, ella es la que se encarga de dictarle lo que dice la tierra mientras sus pasos agonizan e inician el vuelo. La mujer de la que hablaré tiene las manos frías, los poemas en la sangre y el latido en el papel. 

       ----Vea que se le va mojar---, lo dijo cuando empezaron a caer las gotas de lluvia en la grabadora y la entrevista había terminado, la tomó y me la entregó como protegiendo las palabras que acababa de decir. Había terminado de leer el poema “Canto de Cuna”, lentamente, sin importar que comenzara a  llover y que el débil papel de su libro “Un día Maíz” estuviera empapándose.

      No era cierto que estuviera lloviendo en medio del jardín y que existiera la prisa para evitar que el agua mojara  la ropa, como tampoco era cierto que la gente a los lejos empezara a abrir las sombrillas, que Mery Yolanda hubiera tenido que cerrar el libro y cortar la conversación, sin más. No. Lo que pasó es que al momento en que pronunció el primer verso: 
  
        Papá mezcla la tierra y dice que cubra mi pecho.
        Lunas nuevas diseñarán la medida de la ropa,
       el no me contará historias y tendré llenos mis
       bolsillos de dudas.

        Empezaron a caer sus lágrimas  al libro,  por eso cubrirla era inútil porque el cielo estaba cediéndole el llanto a ella, estaría a salvo de tanta tormenta porque su padre le había enseñado a cernir la arena, a mostrarle el principio de una casa y el camino donde los sueños se sientan a beber agua.  Luego cerró el libro en medio de los árboles negros del Parque Nacional, se despidió con un gesto de complicidad porque las nubes oscuras fueron despedazándose, de igual forma como sus poemas alusivos a la violencia lo hacen con la vida. Pero esto fue al final y las despedidas tienen siempre un principio, no como pasa con la poesía de Mery Yolanda que deja una esencia continua, ni comienza ni termina.

      Justo el día se partía en dos, le quitaría un pedazo del tiempo de su trabajo, no podría ahogarla con preguntas extensa, el momento era corto, las dudas largas, pero todo se decidía en el momento. La busqué al final del Parque Nacional por un camino empedrado que terminaba en el edificio de Idartes, donde trabaja. La encontré en una oficina de grandes ventanales, atiborrada de escritorios y de personas serias y concentradas; después de cinco minutos salió a la puerta con el rostro pálido y con el silencio en los ojos. Llevaba una blusa blanca, blanquísima, pantalones pardos y amplios, botas café, el cabello sencillamente recogido,  largo, ondeante y grisáceo. Su cuerpo es igual a su voz: serena, tranquila y apagada, con las primeras palabras pronunciada parece que estuviera desahogando el recuerdo.

         Me dice que ella es una víctima, mientras cae una pelota por las escaleras, me dice que cuando escribe se está curando y pasan tres muchachos con la risa al viento, me dice que con sus poemas está haciendo visible los horrores que pasan en este país, tiene que escribirlos por más espantoso que sea y suena el primer trueno…

          ---Uno viene a la tierra con alguna misión, yo soy una artista, creadora de literatura, tomo como insumo mi realidad para hacer arte, tengo que dar cuenta del momento histórico en el que vivo---.  Es verdad, la naturaleza de Mery es el arte, porque sin la poesía no estaría frente a mí hablándome, estaría, no sé, en un infinito, no existiría. 

         ¿Cuántos gritos y voces tendrán un libro de ella? ¿Cuántas guerras, injusticias y estruendos salen de su escritura? Los escritores no se deberían admirar por la compostura de sus palabras, sino por la compostura de su cuerpo, es la forma de saber cómo han podido soportar tanto dolor, odio, amor y valentía por tantos años.

         ----Uno no busca los temas para escribir, porque yo no podría escribir sobre boleros malos, ni sobre problemas de cama, ni de asuntos eróticos, eso no me afecta a mí, eso no trasciende en una obra artística que yo haga.----

          Hay un desaliento en la banca donde ella habla, entregada a la sensibilidad del parque, desconcierta el tiempo, como si recordara el año de 1956, la primera vez que lloró el mundo. Con el aspecto inquietante que la caracteriza no se desprende del recuerdo del Palacio de Justicia, ni de la cicatriz de ojo de perro, ni de los ejércitos que pisan los cantos, tampoco de los niños tristes que se enfrían en una esquina, ni de la carcajada de los asesinos.

        ---- Uno está con un pie en el abismo y otro en la tierra, un asunto por el cual luchar es hacer equilibrio---

       Tendría que escribir miles de libros para que ella pueda hacer el duelo, pero según ella no es posible dedicarse a la poesía las 24 cuatro horas del día porque no es posible, porque hay que participar en el mundo. Ha pasado media hora, el tiempo suficiente para decirlo que sus poemas son como crónicas poéticas, sin pensarlo me desmiente y vuelve a sonar un trueno, me dibuja una imagen y me dice que imagina qué sería de los noticieros si las notas periodísticas fueran sus poemas, la gente lloraría todos los días, además de terrible, sería impensable.

       Entonces no puedo esperar más y le pregunto ¿Mery Yolanda  ya hizo el duelo?  Lo sé, es un pregunta indebida por eso primero me contesta con un gesto inconcluso y suena el tercer trueno.

        ----Es que aquí el duelo no existe, estamos hablando de una masacre y al otro día hay otra, un duelo va pegado del otro duelo, aquí nos pasan muchas infamias porque no es solamente que nos matan, es que se roban el país. Yo, Mery Yolanda he vivido de duelo en duelo,  no  le puedo decir que se acaban los duelos  porque ayer fue una cosa y hoy otra. (…)Los recuerdos me siguen afectando, eso no se puede superar.----

       Puede parecer que solo le queda contar las tristezas y seguir escribiendo, plasmando, sintiendo,  porque no hay otra forma de seguir viviendo para Mery Yolanda Sánchez, ella que nació en Guamo, Tolima; ella que es poeta, escritora, trabajadora cultural; ella que ha publicado los libros de poesía La ciudad que me habita (1989), Ritual para las noches (1997), Dios Sobra, estorba (2006) y la antología Un día maíz (2010); ella que ha recogido los zapatos de los desaparecidos  en sus poemas; ella que se despide con la misma mano pequeña y fría; ella que regresa a su trabajo con paso lento con la invocación de su poesía aún latente en sus costados; ella que retornó al miedo y se niega a cubrirse de la lluvia con una periódico viejo; ella que no ha dejado de crecer.



Los Desvelados,  Noviembre 2013





UN FRACASO PERIODÍSTICO 



Por Estefania Almonacid Velosa



     En la prueba de escritura se me durmió la mano y el redactor me dijo ---tiene talento, pero escriba con la mano caliente que eso el lector lo nota---. Y así fue como empezó todo. Luego vino el banquillo y el pequeño escritorio en un rincón de la oficina; las gafas, el traje desempolvado y la voz catarrosa por los nervios me hacían parecer Betty la fea, además la atmósfera era perfecta y era una lástima que el jefe no se pareciera a Don Armando.  

    Antes de sentarme y empezar a hacer cosas que no tenía ni idea, me presentaron a María Fernanda, mujer grande y tan seria como si acabara de terminar una relación amorosa, tiempo después me enteré que si le gustaba algún hombre en las ruedas de prensa, usaba su escote como estrategia de seducción. ---Uno sabe como utilizar su feminidad---, dice y pica el ojo de una manera picara, el gesto que ya hacía parte de su personalidad, fuera de eso siempre la escuché inconforme con su sueldo y con los anhelos de volver a la radio. 

     Luego me presentaron a Mireya, la gerente comercial  y esposa del director de la revista,  ella siempre tenía cara como si tuviera migraña todo el día, sin embargo, al saludar siempre tenía una sonrisa natural y al llamar a los suscriptores siempre lo hacía con una voz amena como si una madre llamara a su hijo que está lejos. En verdad siempre entonaba la voz tan amablemente que era una simpatía escucharla, al parecer todo se silenciaba para oírla solamente a ella. 

      Después conocí a Alexander, el redactor, joven de rostro blanco y pelo desordenado que se parecía una caricatura manga, escuchaba Mago de Oz y pasaba las tardes eternamente concentrado en la pantalla y sus audífonos. Solo dos veces me preguntó algo, --- ¿ya te registraste en los ministerios?---, --- ¿y te gusta el fútbol?--- y no me preguntó nada más. Era tan silencioso y cauteloso que parecía invisible; siempre me miraba con el rabillo del ojo para que no hiciera una acción en falso, pero yo era torpe. Escribía con una seriedad inmensa como si no le gustara, lo hacía tan rápido y cuando tenía que cubrir algo siempre iba arrastrando la maleta, tratando de despegarse del asiento,  despacio y  agachaba la cabeza, pero todo lo hacía con una precisión que desmentía mi pronóstico. 

    Adriana, la conocí frente a un computador que en algún momento podía tragársela, estaba en preparativos para casarse con una persona al que llamaba “Cielo”, le encantaba hablar como niña y estaba encargada del diseño de la revista. Siempre estaba pendiente de todo y cuando el jefe se iba se pasaba los momentos mirando vestidos de novia, se quejaba de su figura pero a la vez tenía una cierta emoción que tienen todas las mujeres antes de casarse, por lo menos las que se casan por amor, y por plata también.  

    Al lado de ella, estaba el escritorio de Alberto, el jefe de redacción y el Don Juan de la revista porque siempre estaba al tanto de alguna “chiquilla”, como él las nombraba, que tuviera belleza y dinero, más lo último que lo primero. No le importaba gastarse todo su sueldo en alguna cita, le bastaba almorzar cualquier cosa por tener una buena noche y arrasar con la sequía que estaba viviendo. Las mujeres que salían en Jet Set eran sus preferidas, las señalaba con vanidad para decir  ---yo salí con ella---. Todas las tardes pasaba escuchando música electrónica y las cantaba con un inglés desbaratado, contando que siempre se jactaba que hablaba un inglés impecable. Así era él, escribiéndole todo el día a las chicas y esperando las cinco de la tarde para marcharse.

     Y por último estaba Alfredo, el director de la revista, de ojos redondos y saltones,  igual que su panza. Su voz era majestuosa, fruto de vivir todo una vida para la radio; obsesionado por la tecnología, el trabajo y el cigarrillo, de ahí para adelante todo era periodismo. Escuchaba largo tiempo manuales de marketing, un ritual como abrir la puerta de la oficina y subirle a la música para ir al baño; cuando pasaba esto, todos hacían caras de complicidad para ocultar los olores que vendrían después al abrir la puerta del baño. Sin embargo a él no le importaba, prendía un cigarrillo para borrar cualquier indicio que lo culpara de haber ambientado toda la oficina.

      Había llegado la hora, me veía sentada de lunes a viernes frente a un computador, leyendo decenas de comunicados para traducirlos en noticias que tal vez nadie las leía, o si las leía las olvidaba al instante. Podía durar horas leyendo un comunicado y cuando por fin lo entendía llegaba un grito del escritorio del director, ---escriba ¡carajo!, escriba, no se quede mirando la pantalla---, me decía, y yo sin más escribía con un circo en la cabeza.  Pasaban las semanas y yo me sentía la escriba de frases que prometían progresos para el país, catástrofes anunciadas y pronunciamientos mentirosos, por eso sentía que escribía solo una noticia con diferentes capítulos, nada más, eso era todo, ¿Eso era ser periodista?

      Después de eso me volví tensa por repetir todos los días los peligros del país, no me sentía segura en la calle, me daba temor que se hiciera tarde y respiraba con la dificultad de alimentarme de información más no de sabiduría. Fue difícil entender que lo que estaba haciendo era un fracaso, me di cuenta de eso al tener el privilegio de tener mi escritorio al lado de un gran ventanal. Un ventanal donde podía ver un edificio de cinco pisos, en el último siempre estaba un hombre mayor en silla de ruedas, veía la televisión o simplemente miraba por la ventana, pero siempre ahí, señalando su vejez a mi juventud.

     Miraba al anciano, reprochando la situación de esclava frente a un computador, él también me miraba advirtiendo mi destino, como diciendo ---todavía estás a tiempo de levantarte de ahí y marcharte, apaga eso y vete---, yo le decía en silencio que me diera tiempo y cerraba la persiana para que no me dejara atormentar. Era un símbolo de valentía para aprovechar la juventud que tengo a cuestas y no quedarme sentada como le toca a él.

     Lo había decidido, pero el director me ganó y tomó la delantera, ---no puedes continuar,  la revista tiene problemas, pero cuando lo soluciones puedes volver---, yo asentí con una sonrisa que a el director le impresionó. Cogí mis cosas y salí de la oficina con el pasaporte de la libertad en la mano y me paré al frente del edificio de aquel hombre para hacerle un gesto de despedida, me fui caminando y saltando los charcos como Charlie Chaplin , con una feliz intriga y una vejez lejana. 


23 de octubre del 2013, Los Desvelados









RETRATO DE UNA MUJER EN CÁMARA LENTA




En la fotografías Luz Aurora

Por Estefania Almonacid V


   Me buscaste un primero de agosto de 1991, miento, mucho antes, en los silencios de la lejanía de la vereda Tambor chiquito; se te pasaban los días en santiamén cogiendo moras, cuidando ovejas y ganado, de repente la noche te envolvía en el monte, tu cuerpo pequeño se resbalaba con el viento helado del páramo, entonces no veías nada, te daba miedo, mecías el frío acorrucada esperando unas señal para poder regresar a casa. 

    Los párpados cerrados, las manos encaracoladas, las rodillas juntas debajo de la ruana temblorosa, recitando la primera oración que te enseñó en la escuela Adelia Cortés: “Oración de la mañana”, sabías que si la decías amanecería pronto, como el revoletear de unos pájaros al oír el estruendo de una escopeta, la recitabas sintiendo el fuerte golpe en el estrecho pecho…

   Ilumina la aurora el claro cielo/ Otro día de vida que nos das; Gracias a ti, Creador del Universo, /Oh Padre Nuestro que en el cielo estás. /Nuestras voces unimos al concierto /Que el universo eleva hoy en tu honor /Del cielo, la tierra, el mar profundo, Oh padre nuestro, magnífico hacedor…  

    A los siete años te enorgulleciste por la memoria que te permitió sentir las palabras para ahuyentar las leyendas que tu padre Arsenio Velosa te decía mientras se jactaba la totuma de guarapo y reía a carcajadas. Bajaste con los pedazos de alpargatas por los caminos que ya había domesticado el hombre, los árboles que parecían dinosaurios te señalaron en la brújula de sus silbidos el  regreso al rancho; cómo comprender que le temías a la naturaleza habiendo sido ella la que primera que escuchó tu llanto al llegar a este mundo; sin embargo, la adorabas como el dios  de la civilización de los cielos, la mañana te cegaba el corazón y te abría los ojos, la noche te cerraba los ojos y hacia vidente tu corazón; pensabas que el cielo estrellado eran mares de azúcar y sales terrenales que en cualquier momento se iba a derrumbar y caerían las perlas sobre tu cabeza para herirte en un sueño.

   Ahora podías correr con los ojos cerrados y reconocer de inmediato las piedras en la polvoreada, por fin llegaste agitada a la puerta descuadrada, eran más de las diez de la noche, aún estaba prendida la fogata, tu madre Silvina Huertas consolaba las últimas llamas que no se arriesgarían a apagarse hasta que tú llegaras. 

    Nadie más estaba en la angosta cocina, Silvina temblaba con la garganta desgastada de llamarte, de preguntarle a los vecinos en vano sobre tu paradero, viste su silueta, miraste sus largas trenzas con asombro de arqueólogo, las lágrimas se habían secado y sin dificultad te apareció una sonrisa, corriste para abrazar a esa silueta y cuando la tuviste de frente no le dijiste que te habías perdido, no pensaste en el regaño ni en pedir perdón, en vez de eso te acercaste cautelosa a ella y le preguntaste:


---mamá ¿la vida me va a doler?---.



Septiembre, 2013. Los Desvelados





EL CUADRO OCULTO


"Aserrios del Chocó" Gonzalo Ariza. (1956)


Por Estefania Almonacid V


    Una vez el pintor colombiano Gonzalo Ariza matizaba el cuadro llamado “Aserrios en el Choco”  en su estudio, pero lo que él no sabía es aquella selva estaría en la oscuridad por mucho tiempo. Las razones no las sabemos, sabemos que Chocó ha estado en la oscuridad absoluta debajo de una nube gigantesca que la desaparece del mapa de Colombia, pero estos son de otro orden, el cuadro pide que escribamos sobre él porque es allí donde podemos recordar las salves del Chocó: la naturaleza delirante.

     Llegaba agosto y con él los vientos coquetos que levantaban las faldas de las mujeres que caminaban por la Candelaria, hacía más de tres meses que estaban remodelando el museo del Banco de República, situado en pleno centro de Bogotá; por eso una sala en especial siempre estaba empapelada, se escuchaban golpes y pasos de extremo a extremo, el personal de seguridad la vigilaba constantemente. Los visitantes teníamos que dar media vuelta y recortar el camino; tal vez en esa sala estuvieran consolando los paisajes y las personas de los cuadros, porque al parecer, no soportaba tanta soledad, ese silencio que en exceso puede lastimar. 

    Los museos de Bogotá se robaron todos los silencios del resto de la ciudad, es la sala de partos de los silencios más extraños; no es más que rozar el suelo de madera con la planta del zapato para notar que los pasos estorban y ellos, los de los cuadros, lo notan ¿acaso no pareciera que cuando estamos frente una pintura o una fotografía hay un hoyo negro que atrae?  Las pinturas necesitan de ojos, de ojos valerosos que se atrevan a consolar las miradas vacías y las ausencias de ellas.

...donde el vigilante persigue al individuo para que no hable a solas con la mujer frente al tocador, la naturaleza muerte con sombrero y los pasillos encendidos de flores...

     Es normal que las personas tengan afectos por un cuadro en especial, sea imaginación, inspiración o recuerdo familiar, pero no es usual  cuando una persona en sus cumpleaños visité un museo y más aún si es para una cita. No obstante las personas, los lugares y las fechas existen para coincidir como el rompecabezas que se destruye y se vuelve unir así quede mal encajado. Por lo pronto, la persona de este hecho pudo estar mal encajada y recorrió el museo con la esperanza de encontrar la marcha del río hacía la piel negra que se empolva con la neblina, en el espiral de las escaleras, abrir y cerrar puertas donde el vigilante persigue al individuo para que no hable a solas con la mujer frente al tocador, la naturaleza muerte con sombrero y los pasillos encendidos de flores; para que no confunda la dimensión e interrumpa las vidas congeladas de los inquilinos.

     La búsqueda de “Aserriós del Chocó” fue en vano, la persona fue sintiendo un tipo de mareo, pensó que el cuadro estaba en un árbol del Chocó,  o en un caserío escondido o en la pequeña escuela que le faltan pupitres, biblioteca y tablero,  estaría bien pensarlo así, pero la persona presiente lo peor. Le pregunta al encargado de la sala de exposición:

      ---Dígame señor ¿usted sabe dónde está la selva perdida, esa que eleva todo al que la ve?       ---  Dice la persona.

    ---- ¿De cuál  época es la pintura?--- dice el encargado.

     ----  No sé, lo único que sé es que dejaba sin aliento.---

     ---- Usted se debe referir al pintor bogotano Gonzalo Ariza. Le tengo una mala noticia--- el encargado  advierte descontento de la persona y prosigue.  --- ese cuadro ya no estará exhibida, está en el depósito del museo y pasaran años para que se vuelva a mostrar, yo le aconsejo que consiga otra pintura de su agrado, el contacto con la selva será imposible. Tendrá que elegir reemplazarlo o volver en unos años--- 

    La persona desconcertada dice alzando la voz  ---- ¡pero cómo pueden ser capaces de ocultar el cuadro, ese cuadro necesita contemplación más que ninguno! --- y se marchó refunfuñando hacia la salida.

    El periodista Germán Arciniega decía que Gonzalo Ariza “…Madrugaba para sentir en su propia carne lo que iba a pintar. Tenía una sensibilidad que a veces se nos antoja oriental para aproximarse a ciertos estados de la naturaleza..”  Y es que con sólo eso, la persona mandó al diablo su cumpleaños enfrentándose con la idea que miles de cuadros estará en la oscuridad, volviendo al estado de antes de la creación, en la nada, en el vacío, en los ecos incesantes de los pasos de Ariza intimidando el paisaje con su pincel. Fue así que la persona emprendió el viaje a los Aserrios del Chocó y prometió volver cuando el cuadro volviera estar expuesto en el museo.


Los Desvelados, Agosto 2013






LA TIERRA DEL OLVIDO


Fotografía tomada por Jhennifer Almonacid.  Usme , Bogotá. Julio 2013


Por Estefania Almonacid Velosa



Es un largo viaje, hay que llevar saco y bufanda, es el lugar preferido para que corra el viento, desde la ventana se pude señalar y ver el destino, no es fuera de la ciudad pero es un largo largo viaje. Otro mundo, ir es volver a la Bogotá campesina, visitar un pueblo empolvado, oler a tierra, a casas de barro, chicha y a sangre porque los mataderos abundan en el lugar. 

“Tu nido” eso significa Usme, territorio que fue asentamiento muisca, hace 300 años antes de la llegada de los españoles los muiscas consolidaron su imperio es por eso que esta parte de la ciudad llevan en las raíces un legado ancestral, de ahí de estar situado en la “Piedra Angular” donde según los valores populares se encuentra la reconciliación de la humanidad. No obstante ya nadie se acuerda de eso, por las calles se extiende una única reconciliación, con el olvido mismo.

Era sábado en la mañana, en marcha por la ruta al portal de Usme, se va dejando atrás la localidad de Tunjuelito, las cementeras, la cárcel la Picota, lugar donde siempre está en tinieblas, los carros andan lento como si Poe estuviera describiendo aquel panorama que esconde tras los grandes muros miles de historias de los presos.  Tras la Picota esta izado el barrio Barranquillita, barrio de casas tristes, allí pasan hechos aterradores como el hallazgo de una mujer incinerada, además de violaciones y muertes violentas. Lo único bueno es que la gente ya no tiene que resbalar al subir al barrio porque construyeron escaleras decentes para alcanzar el cielo gris, justo cerca de sus casas.

Al llegar al portal de Usme se tiene que coger el alimentador llamado Usminia, hay que esperar media hora para que pase, mientras tanto los rostros de resignación alivian la impaciencia. Cuando por fin llega el alimentador se pasa por el barrio Santa Librada, un mercado persa hasta donde se tiene que bajar los que viven en el centro de Usme para hacer las compras, pagar los recibos, ir al médico y estudiar. Un hombre se queja todo el recorrido del conductor

--- ¡oiga tortuga porque no se quedó durmiendo en la casa! ¡maneje rápido! ¡la mujer no lo dejó dormir y aquí se vino a dormir!--- Aquel señor se bajó refunfuñando a paso ligero.

Fotografía tomada por Jhennifer Almonacid.
Usme ,Bogotá. Julio 2013
Después de veinte minutos en el alimentador hay que bajarse y coger otro, se espera en un paradero que al mismo tiempo es un rebaño de vacas, se debe esperar junto a ellas más de 40 minutos, el viento húmedo la fiel compañía. ¡por fin! el alimentador llega para subir, quince minutos de recorrido para  llegar a la plaza central de Usme donde está la iglesia y las alcaldía, al frente se entiende las montañas imponentes mezcladas con las casas y viviendas de interese social que parecen cajas de fósforos y están sacando a las malas al campo. 

Después de tantos intentos llegamos donde la señora Cecilia Rincón, habitante del sector hace más de diez años, mujer que las únicas cosas que no se ha podido explicar es porque en los barrios pobres solo hay muchos niños y perro en la calle, también porqué la serpiente y salud tiene relación

---Algún día lo sabré, pero no me moriré sin saberlo--- dice Cecilia, vive con  su hija, su hermana y sobre todo dos gatos enormes, uno es gris y el otro negro.

Se sienta en el comedor con dificultad, sus felinos la custodian como reina en su trono, ella es de cuerpo pequeño, piel pálida y ojos negros, pero su voz es todo lo contrario, en su elocuencia se descubre una mujer inteligente y fuerte.
El pedazo de papel amarillo y el esféro que sostiene sus manos arrugadas trazan de una vez por todas un círculo para explicarnos la realidad de la vivienda en Bogotá, nos señala que un gran parte de los estratos bajos viven en condiciones vulnerables y la otra gran parte que son desplazados y víctimas del conflicto armado viven aún peor:

 ----el gobierno  les da a algunas unas casa en condiciones lamentables, además son muy pequeños, aquí en Usme  viene familias de 10 personas o más, traen sus animales, deben hacer lo posible para que todos quepan---- afirma Cecila.

Habitantes del Bronx y el cartucho también están viviendo en los apartamentos debido a que el gobierno se las cede por cuestiones de rehabilitación, sin embargo Cecilia afirma que gracias a mezclar personas con problemas de drogadicción  han generado ollas donde muchos jóvenes sanos caen en ellas.

Fotografía tomada por Jhennifer Almonacid.
Usme , Bogotá. Julio 2013
Caminar por el lugar parece tranquilo, pero una cosa es visitar y otra es habitar. Usme parece ser la tierra prometida, debido a que se tenía pensado construir una ciudadela donde hubiera parques, colegios, jardines, centros comerciales, universidades, CAI, supermecados, además de los apartamentos, todo esto hacía parte del proyecto Nuevo Usme, realizado por Metrovivienda. ¿Qué pasó con todo lo que le prometieron a la gente que se vino a Usme a vivir? Nada, con insistencia los habitantes preguntaron lo mismo a las constructora y sin descaro les dijeron que nada de lo había en la maqueta y el vídeo promocional iba ser realidad porque solo se iba a construir era vivienda, nada más.. No hay nadie a quién preguntarle, el centro de hábitat que queda muy cerca de las nuevas viviendas está cerrado a causado del cambio del POT, es decir, que todo está en silencio y que lo único que habla es la desilusión y el frío, porque hace tanto tanto frío así haya tinto para dos horas de conversación.

---No me arrepiento de venirme a vivir a Usme, respiro aire fresco y disfruto de la naturaleza--- lo dice mientras se escuchan niños con los cachetes quemados por el sol que corren detrás de su madre después del colegio.

Es escalofriante que 14 niñas hayan sido abusadas sexualmente en este lugar, muchos gracias a sus propios vecinos que rompen un pedazo de ladrillos de la pared que conecta a la otra casa para entrar a abusar de los niños o a robar. Esta situación escalofriante aqueja a los habitantes al punto de sufrir de depresión por la misma inseguridad, la distancia, la falta de lugares para la recreación, el encierro y las divisiones de las ciudadelas, porque entre unos y otros se echan la culpa de invadir y ser los vándalos del barrio.

Fotografía tomada por Jhennifer Almonacid.
Usme , Bogotá. Julio 2013
----yo cuando me senté hablar con el cura Camilo Torres le decía (acentúa el silencio y empieza a dibujar), si va irse a la guerrilla coja un pueblo pequeño y haga cambios de esa misma dimensión, así todo cambiará, la gente tendrá lo necesario, y si hay educación la gente no se morirá de hambre porque  tendrá lago que hacer. Ese fue el error, querer el cambio rápido y en todo el país---  Cecilia conoció a Camilo Torres cuando sus primos estudiaban en la Nacional y Torres les dictaba clase, en muchas oportunidades él salía con sus estudiantes y así pudo conocerlo.


La casa es estrecha y alta, sus dos gatos grandes y vanidosos, su hija callada, sus ojos videntes y concentrados, su pierna débil pero firme,  sus ideas desalentadoras pero con un leve aire de esperanza. Ella dice que Usme es la tierra del olvido y no se equivoca, como si el tiempo se detuviera y todos los días se librara una pelea entre la expansión urbana y la conservación rural, los que por el momento  habitan están en medio viendo desde sus pequeñas ventanas el cambio con las maquinas de construcción que interrumpen la vista hacia los cerros.



Los Desvelados, 22 de julio del 2013







CARTA A HECTOR LAVOE


El cantante ya no canta. Que cante su gente

Por Estefania Almonacid 


   Querido y siempre escuchado Poeta callejero, La voz, Jibaro de la salsa… en fin perdone mi extravagante lenguaje:

    Le escribo desde Colombia. Sé que usted visitó Cali en 1977, cuando tenía 31 años, he leído que usted  cantó en el Evangelista Mora y en Las vallas, que lo hizo sin esfuerzo, con una mano en la cintura y otra en el micrófono, placido, que estaba en plena efervescencia de su vida, y es verdad, créame he conocido hombres de 31 años y en ninguno he visto esa belleza hirviente que destila los guapos al caminar, no sé pero usted ya sabía que iba a morir pronto, de ahí viene  tanto bombo en su vida. Al parecer su vida artística fue un concierto entero, para usted había “muchas estrella y poco cielo”, su cielo le quedó corto para tantas canciones que pasaron por su boca y su agridulce sentimiento en la salsa. Al parecer de Cali le quedaron Juanito Alimaña y Triste y vacía, una radiografía del barrio obrero de Cali y le dio el privilegio a que Andrés Caicedo posara cerca de usted, tanto, tanto que lE quiso corresponder con esa “maldita” novela ¡Que viva la música!.

   
Cómo me hubiera gustado estar en esa época, escucharle de su boca que nos quería de gratis, verle esos lentes que le cubrían la mirada dispersa que le intuyo en los retratos que veo atentamente, además de esa linda figura y musculatura que usted pregonaba en una de sus canciones. 

Yo podría decir muchos elogios de usted, elogios más envueltos por la emoción al entrar su voz por mis sentidos, que por la razón de saber de sus realidades: mitos, calles, fotografías, películas, biografías, vídeos y canciones, con eso construyo el bastardo fenómeno de adorarlo como artista, y ¿cómo persona? ¿acaso que hubiera sido de usted como artista si no hubiera tenido la vida que llevaba? Podría decirle que su vida no fue la adecuada, que su amargura mezclada con heroína y sida fue vergonzosa, que ver su última entrevista donde ni siquiera podía pronunciar palabra y estaba a punto de parecerse a Frankenstein; fue tan lamentable que al hacer un paralelo con sus retratos constaté que como artista había muerto mucho antes del 29 de junio del 1993, no obstante,  todo lo remedié con la idea que usted se había marchado con Juana Peña y con su idea de que nada dura para siempre, ese era su rumbo, jugó su vida a la salsa y de cambio recibió una gloria.

   Llegó y se marchó del bario latino de Nueva York con la plena seguridad que logró con ese fenómeno social y danzario, que es la salsa, describir en sus canciones la cultura de los  barrios populares donde habitaba población negra y mulata, proletarios y subproletarios, artesanos, trabajadores informales, desempleados, malandros, prostitutas y rebuscadores de supervivencia, que habitan la selva de cemento en la exclusión e injusticia  con el mismo ritmo acelerado de la orquesta. Yo eso no tengo que contarle, dicen  irresponsablemente que usted también era un geógrafo, recorrió los continentes con el alma melódica y social de Harlem Hispano y el South Brox de Nueva York, del Barrio obrero de Cali,  del Bario Rebolo de Barranquilla,  o el 23 en Caracas, el Borojol en Santo Domingo, el Chorillo en Ciudad de Panamá, La perla, Santurce y Puerta de Tierra en San Juan, San Antón y La Cantera en Ponce, en una sola Voz que lo llevó a la fama gracias al relatar las desgracias suyas y la de su pueblo latinoamericano y del Caribe.

   En esta carta debería escribirle más sobre mí que sobre usted, además lo que le escribo usted ya lo sabe de antemano, pero como poco o nada le gustaría saber sobre mí, déjeme decirle que me derrumbo con sus boleros y escribo con la misma pasión de sus canciones, sé, que aunque se haya ido de este mundo en la soledad más absurda,  aquí en esta realidad que se llama planeta tierra hay unos cuentos que no se olvidarán de usted, sienten y reviven la mística urbana en su forma insinuada y descomplicada de cantar. Sé que me enamoraré bailando algunos de sus temas; ya tengo su retrato al lado de Oscar Wilde, no sé si alguna vez lo leyó, me hubiera encantado contarle sobre la vida de aquel hombre abandonado, a usted le hubiera gustado, tenía su misma vanidad y artilugios; bueno al menos sé que usted estaría de acuerdo con Cortázar  cuando dijo que “la música es más importante que literatura”.

   Lo escucho todos los días y pienso que donde quiera que se encuentre la estará pasando sabroso, espero no haya dejado de escribir esos boleros que aún en tiempos antirománticos desgarran sensibilidades, ni haya dejado de cantarle a esas mujeres que lo volvían loco, mire, si me colocara pintura en las plantas de los pies al bailar sus canciones, en el piso quedaría plasmado el rostro de mi verdadera alegría.

   Con eso termino, espero que no se haya aburrido y que después de leer mis palabras se cante una a mi nombre que es EsteFania, de  la Fania all stars. Brindo por su ausencia y mejor que se haya ido de este mundo cruel y enfermizo, usted eso lo sabe más que yo. No escribo más para no llorar.

Siempre suya


La Fania.


Nota:

Monólogo del homenaje

Héctor, ven aquí, el público te espera para oírte y aplaudirte
Héctito no está ahí, al otro lado de la ventana, es una ilusión.
Es tu amor el que lo ve.
Te acuerdas cuando le decías que él sería un Casonova como tú.
No importa la fama, importa tu vida.

Los que amaban tu fama no están contigo. Se fueron y te dejaron solo.

No lo hagas, Héctor, todavía hay tiempo para ver el sol,
Caminar las calles de Nueva York y estar frente a un micrófono.
Alguna vez dijiste en Barranquilla,
Reunidos con los cantantes de la Fania:
“Hay mucha estrella y poco cielo”.
No hay tantas como creías. Tú eres una gran estrella.
Tú no eres un periódico de ayer.
Lavoe no es una mentira, es la Voz.
No ha sido una buena noche, Héctor.
Querías cantar y no te dejaron.
No lo hagas, la vida tiene sorpresas, como decía Rubén.
Ven, vamos a reír un poco, vamos a gozar,
Salta sobre la tarima,
No saltes al vacío,
El vacío es la nada.
Aquí están, vinieron todos para oírte guarachear.
Es la gente, tu gente, mi gente.
La vida siempre es dura para los que nacimos en la calle.
El mundo te admira.
Todos esperan tus mejores pregones.
No importa que llegues tarde.
Tú público te espera,
No lo dejes solo como te dejaron a ti.
Yo lo sé, Héctor, nadie pregunta si uno sufre, si llora,
Si se tiene una pena que hiere muy hondo,
Vamos, cantante, comienza.

Umberto Valverde






LEO MATIZ: EL SEDUCTOR
Leo Matiz-años 50
Por Estefania Almonacid



"Los sueños son tan fugases que no hay tiempo de ponerles color"
  Entonces llega el día en que uno se tropieza con el amor y uno que otro hombre, asiste a museos, ve formas majestuosas para unas manos torpes, secas y resbaladizas; uno camina hasta sus anchas por los ecos de los cuadros, el gesto es serio y el pensamiento mudo. El maestro tenía razón, hay demasiado ruido en la ciudad, incluso en las obras de arte, por eso los citadinos no conocemos el silencio porque apenas lo asemejamos con apagar la luz y quedar absortos en la almohada. Sin embargo, es acto solemne buscar escondidillas de soledades en los museos, aunque hay pocos, que tire la primera piedra la persona que no se ha imaginado un recuadro en una escena cotidiana; llamemos a eso un momento de solidaridad caótica.
      Las personas que miran los retratos de El seductor en el Museo Nacional son modernas, pertenecen a la época contemporánea y cualquier matiz blanco y negro la detectan como la elegancia de un pasado hipnótico; viajan por México, Centroamérica, Estados Unidos, los andes latinoamericanos, el Caribe, Palestina, Beirut, Tel Aviv y Venezuela en un parpadeo. Pasaran los años y las personas que ahora miran las fotografías estarán en alguna exhibición en “el momento decisivo” y las miradas posmodernas dirán: ¿en qué estaba pensando ese fotógrafo loco?.
   
Galería Leo Matiz. Bogotá 1952
   De la misma tierra de los terrestres que parecen lunáticos, Aracataca, Magdalena, Leo Matiz pudo recorrer los cinco continentes con la alimentación del banano, de ahí su fuerza y su valentía por seducir los paisajes con su ojo mágico. No había un solo visitante que no encontrara un momento para escuchar la respiración, recuerdos ajenos e invenciones eternas: la concentración de encarar a “El Quijote mexicano”, la bella Frida, el campesino solar, la geometría de los cachivaches y entre tantas, la picardía de Clarita, la novia oscura del artista y la de Laura Restrepo. Por lo tanto, sostener la muralla del cuerpo ante la fotografía era tener el retrato como inquilino en el alma y la agudeza del semblante.
     Una pareja de ancianos miraba el Bogotazo redescubriendo la ciudad con el dedo que señala: “esta es la Jiménez, ahí quedaba la sastrería, a la vuelta fue donde lo mataron, a ese edificio no volví a entrar…”. Ahora viven en los vestigios de Bogotá, a pesar de sus altos edificios en medio de los vagones rojos que desmienten pronósticos. Y es que si se paran de frente en cualquier edificio encontrarán que ese lugar le pertenecía a una historia sincera, y que bajo los palitos y las ramitas de la modernidad está bien plantadas las vigas oxidadas.  
Retrato por Leo Matiz "Clarita"
   Matiz va, no espera, sabía que si se quedaba, la ciudad toda, toda se le vendría encima, por eso su distancia, alargaba las calles para aplanar el panorama; se iba, traspasaba montañas, exploraba rostros, se enamoraba como marinero hasta llegar con El tercer ojo debajo del brazo, feliz, alucinado y con tierra en las uñas, en los ojos, por todos el cuerpo.
     Cultura urbana, Agua, Tierra, Mundo rural, Arte, Experimentales, entre estos caminos la niña de sus ojos,  Alejandra Matiz, iba memorando,  ¡Recuerdo siempre!: a la una o dos de la mañana, permanecías despierto escuchando la radio, leyendo o revisando mares de negativos, inmerso en la bruma de la melancolía; recordando viajes, matrimonios, amigos, revoluciones, atentados, en esa Danza de las horas de Enrique Santos - Calibán - (a quién debes tu profesión de fotógrafo). Sonaban como ecos por todo el museo Nacional, sabíamos que como un hallazgo indígena, las fotografías de Leo Matiz eran partes de un tesoro infinito y aún inexplorado.
    De pronto nos despidieron, casi las cinco y media, casi echados del museo, fue tan corta la exposición, tan malsana con los insaciables de los grises porque el último retrato fue una bocana para seguir en el trampolín, pero de pronto, FIN, ¡gracias por venir!. Entonces fue cuando salí a regañadientes, atónita de imaginación, frustrada con mi corto viaje de allí para mi casa, incomoda con la comodidad, entonces pronuncié: Leo Matiz te has salvado de los huracanes, de los volcanes nacientes, de los ríos que se salen de su curso, de los atentados. No puedes dormir. Has venido a ver el infinito. Sálvame y llévame a ver el infinito, te lo ruego.

7  Junio 2013

LEO MATIZ: El documental


....Hojas del árbol caídas
juguetes del viento son:
las ilusiones perdidas,
¡ay!, son hojas desprendidas
del árbol del corazón....
José de Espronceda








CIUDAD BOLIVAR: El rincón de los 

jóvenes tristes

Jan Sochor Photography 

Por Estefania Almonacid Velosa


       “Si no acuestan a sus hijos a las ocho, nosotros se los acostamos a las nueve” Auc, dice un panfleto que recorre las tierra áridas de la localidad 19 de Bogotá, Ciudad Bolivar. Localidad que ha sido apaleada por una ola de violencia debido al control del territorio por parte de bandas criminales que merodean los barrios como Caracolí, El paraíso, Potosí, Sierra morena, Tres esquinas y Vista hermosa. Debido a esto se han presentado una serie de homicidios que han prendido las alarmas y han puesto a esta localidad como una de las más peligrosa y pobres de Bogotá. ¿Qué pasa en este territorio de jóvenes comprados, jibaros, autodefensas, guerrilla, líderes de pandillas, obreros asustados, líderes comunales amenazados, desplazados y demás pobladores de la localidad?


    Desde la localidad de Tunjuelito se extiende imponente un gran pesebre, las luces titilan en cada rincón de la montaña hasta llegar a la cima, las casas atiborradas con techos de cartón y de zinc le hacen homenaje al canto de Alí Primavera. No se ven chulos pero los hay, y la incandescencia de la luz amarilla va mareando el panorama de un territorio que de lejos se ve tranquilo pero que esconde muerte y pobreza, la mezcla perfecta. Esto es Ciudad Bolívar.

    En los principales medios de Bogotá aparecen noticias de algunos asesinatos reveladores, “Peluquero afrodescendiente fue asesinado en Ciudad Bolívar”,  “Investigan a una mujer por el presunto asesinato de su novia”,  “Una de las víctimas fue una mujer que fue alcanzada por un proyectil, cuando dormía en su casa”, entre otros casos que irán apareciendo por el resto del año. Sin embargo, los protagonistas de esta tragedia son los jóvenes, tanto en su papel de victimarios y de victimas.

   La ley del silencio se cumple muy bien, los vecinos sienten temor hasta para salir a la calle, pueden matar a cualquier joven sin importar si hace parte de una pandilla o no; nadie sabe quiénes son los culpables, todo se esconde en el circulo vicioso del asesinato, el miedo, el silencio, el olvido y otra vez el asesinato. A las cinco de la tarde ya la gente va presurosa para que no le coja la oscuridad, el toque de queda es imperdonable, a esa hora cualquier mortal se atiene a las consecuencias de los hombres encapuchados, cualquier cosa lamentable puede suceder. Por eso es mejor caminar ligero para no ser el elegido de la noche. No obstante, a veces no está salvado el que se meta a su rancho y se olvide de la calle, sucede que la limpieza social hace estragos por ser una localidad de nadie, de Dios.

Fotografía: Kicho Cubillos
   En un reportaje publicado por la Defensoría del Pueblo, muestra el testimonio de María, mujer de 56 años habitante de la localidad, tiene cinco hijos, dos de ellos murieron en una incursión de las FARC en el Tolima, en 1999. Otro perdió uno de sus ojos por una explosión que hubo cerca de su casa.  Abandonó sus tierras para venir a otro infierno; fue testigo de cómo supuestos miembros de las Autodefensas,  llegaron al barrio con lista en mano y se llevaron a tres jóvenes de sus ranchos, culpándolos de jibaros y ladrones. “Mataron a José y los otros dos les dijeron que se tenían que ir del barrio (…) a José le pegaron tres tiros y quedó destrozado”, comenta Maria.

    En la zona no existen las élites del sicarito como en otras partes del país, pero eso no importa porque  andan en bicicleta los muchachitos anónimos encargados de apuntar al enemigo; estaba así el asesino del peluquero de 30 años que regresaba a su casa luego de compartir con unos amigos y fue sorprendido  por un tiro en la cabeza y el pecho, en el barrio San Francisco. Los habitantes saben que cualquiera puede salir pero existe el miedo de no volver a casa, no se sabe si la sorpresa acosará sus espaldas y las empinadas escaleras interminables sean la última imagen de sus vidas.

Fotografía: Kicho Cubillos

   Puede que en estos momentos estén matando a alguien en medio de la oscuridad, que un joven esté acechando a otro para tacharlo en la lista, puede que haya gritos y luego un silencio escalofriante, estruendos en los vidrios y rezos apagados. En Ciudad Bolívar hay que esperarlo todo, no importa que en los periódicos informen sobre el declive de homicidios, allá están pasando cosas y se está creando la verdadera generación perdida y sofocada de la capital bogotana, la generación de los jóvenes tristes.


23, abril del 2013

Documental
Ciudad Bolívar







DE LA DECEPCIÓN AMOROSA A LA 
NOVELA HISTÓRICA 

Por Estefania Almonacid


El que ríe de últimas está mirando el cuervo a los ojos mientras los demás se ríen, otros deben callar mientras el murmullo de las risas del pasado les renueva la tristeza, y una o dos personas sufren de néurosis por las sonrisas de su abuelo y padre mientras cuentan historias frente a un mar de héroes.

"Atarraya" Leo Matiz
El escritor cartagenero, Álvaro Miranda, fue uno de los dos que se enfrentó a los ecos de Colombia, tal vez, pensando que estudiando derecho los escucharía mejor o creando una escuela de artes, aun mejor. Pero Miranda los halló en la boca de una argentina que le dijo “loco, vos sos un vago, no sigas con la poesía, escribe una novela”.  Álvaro, un hombre moreno de ojos sentimentales se enamoró de Alejandra, mujer blanca y exótica; juntos decidieron perderse en las playas de Cartagena con cuerpos desnudos con olor a pescado, plátano y arroz de coco. Días después dejaron de correr por la arena y decidieron viajar a Argentina con la esperanza de carcajear más fuerte.

Álvaro Miranda hace una pausa, con su barba grisácea, su cuerpo pesado y cansado, mira al público y advierte que contará una historia de desamor simpática, toma de nuevo fuerzas en las imágenes y revive la historia de cuarto (cómo las historias que a él le gustan, estudiar la historia como una chisme).

En un apartamento cerca de la casa de Borges, decide encerrarse: sin Alejandra, con la nevera llena, una resma de papel, una máquina de escribir y  tres mil cajas de libros que estaban de paso para llevarlos a la embajada de Colombia en Buenos Aires. Sentado frente al papel enrollado y con un silencio subterráneo fue merodeando la imaginación hasta que se encontró dentro de las cajas un libro sobre la travesía del libertador Simón Bolívar; fue así que el tío de Bolívar, José Feliz Rivas es el protagonista de la agonía que duro tres días entre sueños que se confundían con pesadillas y el sonido de las teclas de la maquina, sonidos que se hacían pasar por la banda sonora del suspenso. La novela “La risa del cuervo” pone la agitación voraz de la humanidad en dos caminos: lo que no existió y lo que decide morir; la única salida de Feliz Rivas que ve en su cabeza y su cuerpo dividido la única salida, de la frustrada Manuelita Sáenz en su amor desorbitante que ahora débil, fea y muerta, revive su erotismo de juventud debajo de la tierra donde comparte la fosa común con un marinero rubio. 

Monjas en  Aracaraca- Leo Matiz

Entonces, el cuervo de Poe, se posa en la cabeza de Álvaro y en cada picotazo en la cabeza tiene una mirada distinta del mundo, por eso ríe a carcajadas por un continente derrotado, por el salvaje poder, el individualismo y el crimen colonial.  Ríe mas fuerte colocando el punto final, no sin antes dejar que el cuervo termine de dictar a Poe el relato: “El reloj, siempre detenido a las doce, a pesar de la oscilación del péndulo, invitaba a aquel ebrio a que se sentara y continuara su escritura. 'Virginia', decía el hombre y ella sentía sobre el espaldar de la silla el continuo aletear del ave que graznaba por encima del escritor de sienes profundas, ojos claros y ondulados cabellos. 'Nunca más, nunca más', decía el ave ..."

Nunca más Miranda volvió a hablar con Alejandra la argentina, después de que tuviera que ser ella la supuesta autora  de “La risa del cuervo” para que la novela pudiera participar en el Concurso Nacional de Novela de Buenos Aires, pues Álvaro no cumplía con el requisito de residir cinco años en Buenos Aires (1987), y nunca más volvieron a verse después de ganarse el premio con la novela.  Él sin poder solucionar el problema del verdadero autor ve en su novela que en la segunda hoja estaba escrito “dedicado a Álvaro Miranda”, y  Alejandra no le mando a Bogotá el premio de la novela que él había escrito.

"Fuegos artificiales" Leo Matiz
No hay hombre que después de una palabra deje los oídos de quien lo escucha con susurros de frases contundentes y con visceral romanticismo como Miranda. Es que a pesar de ser un gigante historiador de fogata, es un poeta enamorado del encuentro de las fuerzas de la vida, un hombre dispuesto a salvar las raíces literarias y personajes patrios que esconden misterios en libros empolvados y enterrados. Ese es el ocio de él, ser un explorador de biografías (como el hallazgo del primer presidente socialista en Latinoamérica en 1874, José María Melo), y de costumbres olvidadas  (como su investigación en la historia del pan en Colombia). Tantos hallazgos que en su vejez le hacen caminar con pasos certeros y al mismo tiempo dudosos porque sabe que ningún historiador es tan salvaje como la muerte.

“Hay que romper el tiempo y barajarlo”, dice Álvaro Miranda, la última frase con la que presidia el día, prefiere darle gracias al público y no despedirse, mientras se aleja de la Biblioteca El tunal y se dirige a la Universidad central a dictar clases, mientras revive la tez pálida del rostro de Alejandra que le decía “loco, vos ya no sos un vago”. 





Los desvelados, Jueves   25 de abril del 2013




EL MAGO DE LOS ZAPATOS


Por Estefania Almonacid Velosa

Llevo los zapatos color marrón, tacón medio,  pasados de moda que reviven el taconeo de mi abuela cuando cerraba la puerta y salía a la calle con el carmín, las enaguas y las medias de seda para ir a la iglesia o al mercado. Siempre los llevo en la primera cita pero siempre terminan estropeándose con el paso del tiempo, es entonces que tengo que ir al zapatero de mi barrio; más de diez veces han pasado por esas manos; que las tapas, que el rayón, que la tintura, siempre les pasa algo, pero constantemente voy con la esperanza de que esas manos envejecidas me los deje intactos para el próximo taconeo lento y torpe.

Norman Rodwell "Studiyng doll ´shoes"
El día que fui a visitar en el barrio El Tunal a Luis Antonio Gil, el primer zapatero del barrio, llevé los zapatos puestos para que notara que mis pies tiene la expresión estética de sus manos, un buen arte como lo afirma este zapatero de 70 años, que desde sardino está dedicado a diseñar y remediar zapatos viejos, empolvados y cansados. Luis tiene una voz catarrosa, es menudo y de rostro calmo, aún guarda la corporeidad de su juventud, esa que jugó 25 años como árbitro en diferentes equipos bogotanos de fútbol, la misma de los retratos que adornan su sagrado taller.

Me ofreció una butaca para conversar frente a él mientras cortaba plantillas y ajustaba hormas a un pie de plástico; concentrado en el cuero, las puntillas y el corte iba moldeando el momento  para hacerme saber que todo pasado fue mejor. De manera que tuve la sensación que en cualquier momento dejaría de martillar, le subiría el volumen al radio para invadir el espacio con el son cubano “Caballo Viejo”, que en ese momento estaba sonando, y me dejaría muda para no seguir ondeando en los recuerdos que algunas veces amanecen muertos. Menos mal fallé con mi impresión  porque el señor Gil empezó a descubrirme la vida detrás de un zapatero, o mejor, descubrir al zapatero detrás de la vida; da lo mismo por qué ser zapatero es su forma de vida, su sustento, el único oficio que le merece agradecimiento por haber sacado adelante a sus 5 hijos.

En los tres muros están las fotografías de ellos, cada muro es un relicario, veo las obras de Dalí que llaman la atención, pero no sé si el cuadro es la obra de arte o el taller que parece sacado de un cuadro cubista; entre cuero, zapatos, herramientas, máquinas, pegantes, tinturas, brochas; se destacan almanaques, pequeñas iglesias de porcelana, un reloj de estilo colonial, retratos, anuncios de advertencias “en este lugar no se puede fumar” “no fiamos” entre otros.

I salinari (obreros de las salinas)
Sin dudarlo cada objeto es pretexto de contemplación, pero demoré el instante mismo al ver los recortes de periódico en donde Luis salía en el diario Esfera Deportiva junto a su equipo, sale muy tieso muy majo, con pantalones cortos, zapatos de moda, peinado encintado y chupa de boda. Los periódicos oxidados están acompañados  con los escudos de las diferentes escuelas deportivas a las que perteneció, entre ellas señala con orgullo el de la Federación colombiana de Fútbol. Jugó 25 años de su vida como árbitro profesional, entonces su mirada deslumbra el orgullo al ver la fotografía, en aquella época donde fue campeón el equipo Talleres Díaz,  intentando entender que ese hombre joven es el hombre envejecido que no se convirtió en una leyenda del fútbol pero si en El Mago del zapato.

Al fijarme que las puntillas tenían el aspecto de hormigas trabajadoras, Geeppeto el de Pinocho se pasó por el rostro de El Mago, y aunque este oficio aparezca habitualmente en cuentos infantiles, no lo es tanto. Dice que ya no tiene sueños, que espera seguir con la zapatería hasta el último esfuerzo, pero después viene las amarguras y los “si hubiera” porque tuvo una época en que le iba muy bien hasta el momento en que despilfarró las ganancias, porque  creía que el dinero y la juventud durarían para siempre.

---- Si hubiera aprovechado las cosas que tuve, estaría bien, pero como no proveché entonces esta situación es lo relativo, uno comienza a lamentarse de lo que pudo hacer y no hizo, es como castigarse a uno mismo. Tal vez decir, bueno la embarré, hice cosas malas, no administré, pero como en la vida tiene sus vaivenes, a veces bien o a veces mal.--- lo dice cabizbajo, apresurando terminar la frase.

Luis era amante de las fiestas en la Bogotá de los años 60, vivió el auge de una juventud libertina y demasiada franca, era hombre de muchos amigos, de salir a tomar cerveza, jugar rana, escuchar boleros y tangos. A pesar que era un gran bailarín fue de poca novias, su sonrisa tímida lo demuestra; cambia de tema y dice que recuerda mucho el frío de Bogotá, de niño lo mandaban a las seis de la mañana por la leche y todavía era oscurito, la neblina le tapada los ojos, --- ¿cierto mami que hacía mucho frío?---le pregunta a su esposa que observa a la calle distraída.

taller de zapatero en 1910 .

GERMANIA, Villingen / Schwarzwald, 1907 - 1913

El mago también tiene su maga, es su esposa Miriam Coronado que también trabaja en la zapatería, sus gafas le dan una apariencia de mujer seria e imponente, no hace falta preguntar su experticia en el oficio. Sus pequeñas manos hacen entrever la delicadeza con que repara el calzado y que es la diseñadora de  los zapaticos rojos de la vitrina que se parecen a los de  Dorothy en el Mago de Oz.

---El de camisa roja es el hijo que está en Estados Unidos, dice que nos va llevar a pasear por allá pero hasta el momento seguimos esperando ese cuando---. Mientras tanto El mago de los zapatos sigue trabajando en su estrecho taller de lunes a sábado, le siguen llegando un motón de zapatos enfermos y sigue despachando ese tipo de calzado que adoran los caminos, él y su esposa lo saben por eso la dedicación de su arte se ve reflejado en las sonrisas de sus clientes, como la mía.


Los Desvelados, lunes 15 de abril 2013








EL PROFESOR TIRANO 

Por Estefania Almonacid Velosa


   No hubo hombre tan vivo como mi profesor de periodismo que todos los martes representaba el papel de tirano en una salón opaco, todos frente a él lo mirábamos con asombro esperando la escena exacta de nuestras aspiraciones  de periodistas.  Siempre había pensado que la barba y las arrugas eran símbolo de sabiduría, en cuanto veía un profesor joven tenía la decepción de adecuarme con la poca experiencia; tal vez fue la imagen común de un anciano empolvado con miles de hojas oxidadas dentro de un maletín, todavía con  la pasión de haber nacido para ser periodista.  Eso pasa por ver tantas películas.

     No sé su edad  pero en el momento de las palabras ininterrumpidas pude comprender que la juventud siempre viviría en Juan Camilo Maldonado, pelo largo, boca aguda, ojos imponentes  y hombros justos; viste de jeans, camisas estampadas, tenis desgastados, colores neutros para su piel pálida, fiel a un muchacho descomplicado de un grupo argentino de rock. Trabaja como editor del periódico El espectador y al parecer es la promesa, tiene un futuro brillante (imitando un poco a las mamás).  Aparte de esto no sé nada más del profesor,  pero alcanzó intuir su inventiva personalidad cuando enseñaba ese extraño oficio.

-----Nunca se puede bailar, ni hacer el amor de la misma forma----, decía con tono efervescente al referirse a la entrevista como una batalla para desenmascarar la humanidad  del personaje. Recuerdo que fue la clase más autentica de su repertorio, de pasar a tirano pasó a ser Juan El artista, el que no entiende el kamasutra, el que ha bailado Sonido Bestial de mil maneras, el que vanaglorió ese clase admitiendo que el pensamiento de El Dalái Lama puede ser la fuerza espiritual para que el periodista tenga compasión, respeto y amor por lo que dice y hace. Estuvimos a punto de hacer yoga para sacar las malas energías de los medios e invocar a Kapuściński para que nos diga con tres golpes en los puestos si serviremos para el periodismo o no.

     A veces era fatal todo lo que salía de esa mente curiosa, lo que decía se convertía sentencia,  -----si ustedes no leen, no escriben, no buscan, no hablan con la gente es mejor que abran un café internet, eso todavía da plata----, después de la risa se sentía un escalofrió, tanto para agachar la cabeza hacia las hojas en blanco  y escribir la fecha para comenzar de nuevo, no lo dudo, ya nos imaginábamos el fracaso y eso duele en almas demasiado jóvenes.

    Debo decir que es el único profesor que colocaba jazz durante la clase para poder explicar las vicisitudes de las historias; contaba que la mujer que le enseñó a bailar salsa decía, ----el hombre sólo manda en el baile, en lo demás mandamos las mujeres----, lo dijo mientras caracterizaba a una matrona cubana. Todo era artilugio para atrapar esa atención de los románticos de la crónica, para que agarráramos fuerte de la cintura a la realidad nefasta con los ojos sensibles que todavía inspiran esperanzas. Sin más palabrerías se sudaba el vestuario al escuchar ese ímpetu , con él se viajaba en la encarnación de la narración porque nos pedía coleccionar artículos exquisitos para corresponder con las retóricas de los grandes, había que simularlos para aprender a escribir como ellos, para luego buscar nuestro estilo.

     El profesor Juan Camilo Maldonado pasará en mi historia y en las historia de unos cuantos, como el personaje antipoético que nos derribó la comodidad para arriesgarnos a sufrir, amar, criticar, opinar, escribir y leer como verdaderos periodistas.




Los Desvelados, 25 de marzo del 2013 




LABERINTOS
La ficción de los medios  

Por Estefania Almonacid Velosa



En la cantina del  barrio Santa Lucia existe en cada esquina una cantina,  un grito herido, más de cuatro cervezas en la mesa, el ruido de la mecha y no puede faltar el  golpe de las tapas que celebran la tarde. En la cantina Villa Rica se encontraban tres ancianas bailando una carrilera  de despecho,  la tararean sin dejar  de mirar  al  techo;  tal  vez todavía hay vestigios de amores pasados. Frente a la cantina pasan dos muchachos que sonrían al  ver  a las  viejitas,  en sus  manos llevan un par  de aerosoles,  unas  cuadras después encuentra la pared, distinguen su virginidad y entonces comienza a escribir “El territorio es por donde se pasea el pensamiento y la memoria”. No alcanzan a firmar, corren porque el  vecino los sapió con  la policía.  Frente al  muro  pasa un colegial cabizbajo, se detiene y reflexiona el graffiti, piensa en que su madre ya no lo deja salir al parque por que los perros abundan con la gallada que tienen fama de marihuaneros; dicen  que  salen  con  sus guitarras en la noche, dicen que no les gusta el  agua de panela sino el  aguardiente,  dicen que componen  canciones  de mujeres  que  perdieron  a  sus hijos y que en lugares como El paraíso  y  Cazuca  hay monstruos  que  vigilan. 

 Por un lado del parque pasa un hombre que acaba de llegar de su turno de seguridad, debajo del brazo lleva el periódico El ESPACIO, lo ve por las chicas, lo demás no vale la  pena,  nadie  tuvo que enseñarle  que  era  amarillismo para  entenderlo,  le  basta  la realidad para  estremecerse,  no necesita de periodicuchos.  Al  llegar  a casa su mujer duerme frente al televisor prendido, la pareja apenas se van a dar el beso, el matón está a punto de disparar y ella duerme porque la comida se enfrió. Aún la luz está encendida, su hijo lee un libro para la clase, “La metamorfosis”, le dice al padre que le gustaría convertirse en escarabajo para escuchar la voz de los que están abajo, a los que nadie ve, a los que les llaman fríamente “tercer mundistas”. 

Se levantaba  a las cinco de la mañana a leer los periódicos, luego se quedaba dormido y cuando se levantaba el panorama era totalmente diferente; pero los volvía a leer hasta encontrar  una  noticia  extraña,  curiosa,  de  esas  notas  que  salen  de  vez  en  cuando. Cuando la hallaba la recortaba y las coleccionaba en  fólderes, llevaba más de cinco fólder completamente llenos. Todas las mañanas hacía lo mismo frente a un desayuno de un pedazo de pan y una taza de café.  Pero una mañana,  empezó a notar  que todas las noticas eran extrañas, aparecieron en ellas personas conocidas, luego sus vecinos y sus familiares; temía que algo le pasara para salir una mañana en el mismo periódico  que leía.  Entonces  sucedió lo peor,  en primera  página salió su rostro  y el  titular  decía “Hombre  obsesionado  por  las  noticias  extrañas  tiene  una  colección  de  miles  de ejemplares”




La  noche  que  llegó  de  trabajar aburrida  y  exhausta,  prendió  el televisor  y  se  fue  desnudando mientras  escuchaba al  presentador relatando  las  noticias.  Hasta  aquí todo bien, después quedó inmóvil y vio  que  el  presentador  estaba callado, sonrojado, mirándola. Ella pensó que era problemas de señal y cambió  el  canal,  pero  la  imagen seguía  intacta,  el  presentador  seguía con la mirada fija. Cuando atravesó el cuarto él la seguía mirando, decidió seguir el noticiero pero empezó a tartamudear. Ella no le prestó atención y prosiguió a quitarse el  sostén  y  las  bragas;  miró  de  nuevo  la  pantalla  y  el  hombre  estaba  atónito.  El  televisión  la  estaba  mirando,  ella  no  miraba  a  la  televisión.  Rápidamente  cogió  el televisor,  lo conectó a su coche y lo puso en el capote; recorrió toda la ciudad hasta la periferia,  allí  todos  los  que  salen  en  la  televisión  miraban  sorprendidos  el  paisaje urbano, parecía que era la primera vez que lo veían tan cerca, tan real.


Marzo, 2013



LA TV QUE MATA


Por Estefania Almonacid Velosa

   No hay duda, los que están detrás de la televisión colombiana tiene muy claro que entretener es cuestión de utilizar las estrategias más viscerales para vender. ¿Acaso los colombianos no estamos hartos de la violencia para verla clonada en la pantalla?

   ¿Qué pensarían los campesinos de El Salado, Mapiripan, Macayepo, Segovia, El Chegue, entre otros tantos pueblos colombianos que tiene en común ser víctimas de las masacres de los paramilitares, al ver la novela “Los tres Caines”?. Esta novela que será trasmitida por el Canal RCN, cuenta la historia de los hermanos Castaño, lideres del grupo armado AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), fundado en la terrible sed de venganza y odios contra la guerrilla que mató a su padre, es decir, una razón bien fundamentada con el dramatismo y el sentimentalismo para respaldar el extermino sangriento de guerrilla y población civil. 

   A los colombianos, no nos debería alarmar esta novela, pues ya es bien sabido que los contenidos de la mayoría de canales nacionales están rebosados de pornografía, mejor dicho, pornomisería. Aunque es preocupante lo que se trasmite, aún es más preocupante la creciente demanda de televidentes que ven este tipo de programas.  Sin embargo, sabemos muy bien que estamos en un país de absurdos, en el que pasa de todo, más allá de lo imaginado; que Fernando Vallejo, el de poca gracia tiene razón, Colombia es el país del nunca jamás porque reina la fantástica barbarie. Aquí lo limites no existen, y cuando uno que otro se da cuenta se sume en el pesimismo del que surge la necesidad de escribirlo.

   Da vergüenza acercarse a cualquier lugar en donde el televisor esté disparando imágenes que promocionan dicha novela, también pasa con la programación del medio día y de la tarde. Sí, da vergüenza ajena porque se burlan de nosotros los espectadores y no se entiende el por qué no nos reímos a carcajadas escalofriantes, también como ellos. 

Estupefactos, emocionados, con el  seño arrugado por pensar que en Colombia pasan cosas de película; uno queda con el sin sabor porque al final de la promoción de la novela no terminó con la frase “Los héroes en Colombia si existen”.

   El pobre actor Julián Román, quien interpreta a Carlos Cataño, en una entrevista aún tiene la desfachatez de decir que Colombia tiene que saber la verdad, ¿la verdad de qué? ¿Para qué? tal vez se refirió a lo que los medios de información no muestran a profundidad de los fenómenos del paramilitarismo o del coraje de unos hombres para izar banderas a la extrema derecha. No nos digamos mentiras, la estrategia de convertir al malandro en héroe lleva sus intereses y en la novela cobra mayor efecto para que la violencia sea la forma más humana y sincera de sobresalir, identificarse, ser parte de una trama que permea mentes débiles acostumbradas a agachar la cabeza.

    ¿Qué pretende esta novela? ¿aumentar el regionalismo antioqueño, ese que tanto nos enseñó Álvaro Uribe?  ¿hacer creer que la vida de los Castaños fue todo un drama? Con seguridad si fueran a mostrar la realidad no se necesitaría de una novela, el dolor de las víctimas y su impunidad no están para una novela y más en la forma desfigurada que la presentan, es demasiado espectáculo para tanta crudeza; pero los canales de la masa no están para mostrar un documental, eso que lo den a la media noche, eso no lo va a ver nadie.

  Llevaría tiempo mostrar la realidad, esa realidad que hicieron en dos o tres días los paramilitares,  narrar la historia de cada una de las víctimas y sus victimarios, aún más, si se reflexiona sobre el contexto político, social y económico que desencadenó el conflicto. Por lo tanto, hay que poner en duda en cómo se cuenta la realidad, porque estas masacres no tienen palabras para ser revividas:

·         Masacre de Trujillo (Valle del Cauca) / 1986-1994, 245 muertos.
·         Masacre de La Mejor Esquina (Córdoba) / 4 de abril de 1988, 27 muertos.
·         Masacre de Punta Coquitos (Uraba, Antioquia) / 11 de abril de 1988, 26 muertos.
·         Masacre de El Tomate (Cordoba) / 30 de agosto de 1988, 16 muertos.
·         Masacre de Segovia (Antioquia) / 11 de noviembre de 1988, 43 muertos.
·   Masacre de Pueblo Bello (Turbo, Antioquia) / 14 de enero de 1990, 43 muertos y desaparecidos.
·         Masacre de Mapiripan (Meta) / Julio de 1997, 10 muertos.
·         Masacre de El Aro (Antioquia) / 26 de octubre de 1997, 17 muertos.
·         Masacre de Barrancabermeja (Santander) / Mayo de 1998, 32 muertos.
·    Ofensiva Nacional en respuesta al Proceso del Caguan / 7 - 10 de enero de 1999, 140 muertos. Incluye: la Masacre de El Tigre (Valle del Guamuez, putumayo) el 9 de enero de 1999 con 28 muertos y la Masacre de El Playon de Orozco (Magdalena) ocurrida el mismo dia y que dejo un saldo de 27 victimas fatales.
·         Incursión al Catatumbo (Norte de Santander) / agosto de 1999, cerca de 30 muertos.
·         Masacre de El Salado (Bolivar) / 18 de febrero de 2000, 66 muertos.
·         Masacre de Macayepo (Bolivar) / 16 de octubre de 2000, 12 muertos.
·         Masacre de La Ciénaga Grande de Santa Marta (Magdalena) / 22 de noviembre de 2000, 38 muertos.
·         Masacre de El Chengue (Sucre) / 17 de enero de 2001, 27 muertos.
·         Masacre del Alto Naya (Valle del Cauca) / 10 de abril de 2001, cerca de 40 muertos.
·         Ofensiva Nacional / 1-10 de octubre de 2001, 140 muertos. Incluye: la Masacre de Buga (Valle del Cauca) en Octubre de 2001, 24 muertos.



Los Desvelados,  marzo 2013



MUERTE SILENCIOSA




Por Estefania Almonacid Velosa


Se dice que es normal ver morir a alguien en seguidas ocasiones en una ciudad como Bogotá. Ya no es cuestión de decir, ver todos los días en la salva pantalla el fin de muchos mundos no es asunto que altere y desbarate el sueño. Pero qué pasa con esas muertes que no las ve nadie, que no se saben, que se extinguen sin un testigo malévolo o compasivo. Quien crea que es mejor el silencio a un dolor desgarrador, no sabe que en la ciudad el silencio esconde un terror casi indecente.

La última vez que Ana Angélica Bello, defensora de los derechos humanos, defendió a una mujer de las atrocidades de la sociedad colombiana fue el 17 de febrero del 2013.  Ya era tarde para seguir escuchando. Decidió suicidarse  y darle la cara a amenazas, violaciones, a la primera muerte en su vida: el secuestro y la deshumanización que criminales le causaron a sus hijas. Ya era bastante a sus 45 años; la violencia se salió con la suya.

Una noche, un indigente decide no pasar la noche con la gallada, se aleja entre el humo y la severa realidad del cuerpo, ya no hay droga que le ayude a sobrellevar el niño valiente al que le obligaron a ser. Arrima al parque Nacional, la oscuridad fresca lo recibe en la hamaca desvencijada de la soledad; se despoja de la mitad su ropaje, su pecho cruje, la cabeza se adormece con las ramas quebradizas de los árboles y los ojos dejan de palpar el aire. Es suficiente, en la mañana vendrá Medicina Legal  a recoger al anciano y al otro día lo estarán sepultando con el adiós final: Anónimo. Él tuvo suerte, muchos indigentes llegan al basurero como rancho para su muerte.

El taxista Gustavo Rocha de 73 años murió incinerado en el parque Timiza, al occidente de Bogotá, el 17 de julio del 2012. Antes de irse a la cita con el fuego, dejó una carta de despedida para sus hermanos, les dejó dinero y buena suerte, haría un viaje para no regresar, eso era todo. "Te aprecio mucho (Hernando), igual que a todos mis otros hermanos con apellidos Rocha Quintero" terminó diciendo en la carta. Como sacado de las crónicas de Ximénez, el final de esta historia tiene un cruento paradero. Según lo que indicó Medicina Legal, Rocha se amarró los tobillos al arco, se roció gasolina y encendió una cerilla; la noche fue la única testigo de los lamentos de un pobre hombre.

Alguna vez un hombre  se fue a Rusia a estudiar, allí se enamoró de una colombina, ella terminó su carrera y se devolvió a Colombia; ya estando allí le pidió a su prometido que volviera junto a ella, que si no lo hacía se olvidara de ella. Con duda y con respuesta él decidió irse de Rusia y hacer una nueva vida junta ella en Colombia. Todo estaba bien, la felicidad colmaba sus destinos, pero cuando el día se estaba disminuyendo algo sucedió. Después de volver por la noche a casa, ella ya no estaba, había empacado sus cosas y nunca más regresó, nunca supo más de ella. Murieron en silencio estando vivos, se murió una realidad, fue algo lento y perdurable porque aún las tumbas siguen vacías.

En la ciudad de Bogotá miles de teléfonos están cortados cuando una persona deja de existir, los muros cubren miedos, la noche tapa la boca y al despertar un alma menos y nadie se enteró.




Febrero 2013



UN BOSTEZO DE HAMBRE EN 

BOGOTÁ

Por Estefania Almonacid  Velosa 



www.sinflash.com
Tal vez darle gracias a los trancones bogotanos justo después del medio día, que conllevó a una densa observación por todo el esqueleto de calles. También darle gracias a las calles que es justamente en este  lugar dónde a todos los habitantes nos atemoriza caminar con el estomago vacío, eso no causa gracia cuando la conciencia de la situación se debilita con el cuerpo hasta más no poder, y los pasos buscan estar debajo de una mesa con mantel y una vapor que alimentan los sentidos.

La espina dorsal de la calle Séptima se llena de humanos con carne hambrienta, el tumulto de los funcionarios de las empresas en el centro de Bogotá salen en busca de un restaurante para comprobar que el hábito de almorzar justo al medio día o una hora después, es más que una necesidad para consumir alimentos. No se trata de cuestiones horarias como si se pudiera dormir de día y trabajar en la noche, no, el medio día es un tiempo libre donde viven las expresiones como “ casi no se acaba la mañana, La mañana se pasa volando ¿Qué tengo que hacer en la tarde? Ya van a venir por mí  ¿Vamos a almorzar?”.

Las doce horas parten el día, los rostros se trasforman, instantes de pensamientos que se distraen con las pantallas de los televisores que intentan alterar la tensión del que llegó tarde en la mañana, del que se le olvidó algún papel, del que está agotado de estar parado o sentado, del que caminó toda la mañana, del que busca y del que encuentra algún altercado en su cotidianidad, y del que le grita su jefe por que ya se volvió  cultura gritar al empleado. Pero entre noticias terroristas y voces que hacen una distorsión, se empieza el desfile por los restaurantes, a veces no es el olor de la comida, las mismas personas hacen del medio día el apetito de una rutina que merece una pausa.

No obstante, el hambre tiene estrato social y una diversidad de formas culturales hacen de la culinaria sea el ritual más importante de la gente. Aunque se haya pasado del sancocho preparado con dedicación y compañía, a una hamburguesa con mucha soledad, la rapidez de las labores es más que permitida, es obligada.  Los famosos “Corrientazo” en el centro no bajan de cinco  mil (uno que otro de tres mil), en estos sitios por lo general van grandes grupos de empleados que se sienten placidos al encontrar un mantel de cuadros, una camarera con delantal y un  plato gigante que luzca muy bien el guiso sobre la montaña de arroz, una ensalada con una o dos hojas de lechuga, unas papas sudadas de grandes dimensiones que le hacen compañía a unas lentejas de color salvajes y lo que nunca podría faltar en el plato de rombos obesos, es el pedazo de carne frita que todavía trasmite el sonido del sartén aún estando ya en el plato. Los tenedores son rápidos y el ruido de los cubiertos, los platos, el grito de los clientes al pedir el almuerzo, el del televisor con todo el volumen y el de los infaltables comentarios de cada mesa criticando de algún tema bomba de la semana, todo, todo es un solo ruido.

Las cabezas  de los clientes hacen cuatro movimientos que en su velocidad parecen en una rutina de ejercicios contra el estrés, el primero es abajo mirando el plato, el segundo es arriba mirando la televisión, el tercero es a la derecha mirando la ventana con un gesto reflexivo y el cuarto es a la izquierda mirando a las personas que comparten el almuerzo. Es así que se repite más de cinco veces los mismos sentidos hasta que se presenta un suspiro, se paga y se espera la tarde.

En el sector del norte de Bogotá el ambiente de la hora del almuerzo va cambiando porque son innumerables las opciones de restaurantes que se pueden escoger: cocina típica, mexicana, italiana, oriental… De igual forma, en el centro de Bogotá hay restaurantes exclusivos con un gourmet en las alturas, pero la sinceridad es notoria porque el “corrientazo” en el centro es tan típico, sabroso y cómodo que sería una imprudencia no enaltecerlo en el almuerzo Colombiano.  La semiótica del medio día cambia como la arquitectura de la ciudad y los andenes están menos concurridos, los grupos de compañeros de trabajos son contados, los que entran a los restaurantes son unos o dos, pero lo más importante es que hay un hilo de tranquilidad.

www.missatlaplaya.com
Dentro del restaurante no hay televisor, está la melodía instrumental que es el único ruido ininterrumpido por otro, porque ni siquiera el tintineo de las copas de vino tinto sobresale en el lugar, casi nunca esta atiborrado de gente el restaurante y aunque cada cliente está separado de otros; las voces son como susurros claros que no interrumpen ninguna conversación, ni mucho menos una satisfacción al comer un exquisito plato que puede parecer un bocado de un almuerzo popular. Parece ser que se hablara mucho y se comiera poco, lo cierto es que también las personas que salen del restaurante suspiran y miran el reloj para saber cuántos minutos faltan para comenzar de nuevo.

En el sur de Bogotá las oficinas son pocas pero lo que sí hay en cantidad son fábricas y negocios pequeños en cada cuadra, de la misma manera los restaurantes son pocos, se encuentran en su mayoría asaderos y restaurantes que hacen de panadería, cantina y salón de onces a la vez. El sudor de la frente de cada habitante de este sector hace que la hora del almuerzo sea antes o exactamente a las doce, ni un minuto más para que se sirva la sopa espesa acompañado de un seco con una estética montañosa de arroz, papas, garbanzo, pasta y una hoja de lechuga, al terminar, un vaso de jugo de guayaba y una cuajada con dulce de mora, no se olvide la sonrisa, la emisora de fondo, la despedida con la cocinera  (que al mismo tiempo es mesera). Devuelta a la fábrica se dan pasos lentos con ganas de quedarse sentados  en medio del camino, pero no se puede, no, hay que ir a trabajar para tener la oportunidad de almorzar mañana de nuevo. 

Hasta ahora es medio día y aún falta muchas personas por almorzar; tal vez llegará la tarde y muchas no almorzarán.



Febrero.2013



LA ILUSIÓN QUE QUERÍA SER 

REALIDAD

Por Estefania Almonacid 


www.educabolivia.bo

¿9 DE FEBRERO? ¿El parque de los periodistas? ¿Libertad de prensa? ¿El papel periódico? ¿El poder contra la verdad? ¿Un oficio o profesión? ¿Inmediatez o investigación?... Los periodistas huérfanos en Colombia. 

lafilistea.blogspot.com 
  Decir los pecados capitales, pasar por la cuerda floja con equilibrio, no olvidar la ética, sonreír poco y criticar mucho, informar con el corazón cerrado y el cerebro abierto, no desear el medio del prójimo, no matar vorazmente la reputación de alguien, mirar de frente al pasado, filosofar el tiempo, escudriñar las migajas, no sentarse con la pluma sucia a la mesa y no limpiarse con el papel para luego tirarlo a la basura. Pausa. Ser gentil, recordar que abundan los periodistas fracasados que no entienden la diferencia entre pornografía y periodismo, entender el mundo, no creer lo de 1 cm de profundidad, tener actitud y coraza, dibujarse una S en el pecho y escribir con puntuación en las razones, leer con intensidad hasta encabezar el movimiento superrealista.

Diré más.

Charlar con las fuentes (con querubines botando agua por la boca y delfines fingiendo ser gobernanates), ensayar el escape de la cucaracha, cuidar que una verdad no parezca mentira, salir a aplastar más el asfalto, tener la sensibilidad de Cantiflas y el coraje de los mechudos de El siguiente programa, mirar con las gafas de Betty la fea toda acción sospechosa, componer investigaciones y declamar chivas, pintar voces y bailar con seguridad en los escándalos, enmudecer para luego gritar, tarde que temprano se sabrá el destino de los puntos suspensivos de la historia.

mundomisti.blogspot.com
Bienvenidos al orfanato de los periodistas en donde los maestros aparecen como fantasmas que  leen y les releen la biblia de Gutenberg.

Es una ilusión pública, unos eran brillantes para ser perros falderos del gobierno, otros eran escritores y trabajaban precipitados para comer: un artículo, tres o cinco centavos de más, una novela en el bolsillo; otros eren revolucionarios silenciados, otros detectives, al terminar el día se nombraban periodistas y lo eran, el olor a papel periódico estaba impregnado en la pupila curiosas. Se cometieron miles de errores, la ambición envenenó las palabras y surgió la nota roja, amarillista, se inventaron nuevos artificios, espectáculos que vendían, eso estaba bien, adoptados por monopolios eso estaba aun mejor, ideando pornomiseria,  ni que hablar.  

Sin embargo, el periodista bastardo pudo dejar de reproducirse y nació el periodista anfibio, el ilustrado y a la vez guerrero, el que voltea a mirar para el lado gris, el humano, el que se equivoca con dignidad para corregir, el de ensayos, en científico de los hechos, el paradigmático, el socialista, el de chicha y limonada. Pausa. En las noticias no caben los buenos días aunque  parezca todo normal, las palabras y las acciones deben tener la maldición de estar siempre juntas en el periodismo, no es cuestión de simpatizar, la carreta de la credibilidad surgió con las rodillas raspadas, por eso si las palabras se las llevará el viento, no abría necesidad que en la humanidad existiera los medios de comunicación.

revistareplicante.com
Aparatos, aparatos, simple, pero la mentalidad del periodista no es un aparato, por eso cuando alguna o alguno deja el prejuicio atrás de robot, aparecen muertes, persecuciones, exiliados, amenazados, boom, ¡AUTOCENSURA!.  Por eso en la escena cotidiana hay silencios que duelen y arrebatan, las anécdotas se las traga el tiempo, los ciudadanos son el modelo del anonimato; contar no es cuestión de método, es cuestión de hermandad, siendo así, los huérfanos buscan con ansiedad un reflejo honesto de vidas, los periodistas en Colombia no pueden dormir sin buscar todos los días. Que eso se escriba con letras de sangre.




9, Febrero 2013



MARY POPPINS A LA COLOMBIANA

Por Estefania Almonacid

  En Europa el trabajo doméstico es considerado como un trabajo digno para ser reconsiderado con derechos. El valor que se le da es reflejo de una cultura que hizo del servir una ocupación que se espera por la elegancia, la sutileza y el cuidado del lugar habitado, recordando la esencia de Bohumil Hrabal en su libro “Yo serví al rey de Inglaterra”.

http://www.otrastardes.com/2009/01/28/yo-servi-al-rey-de-inglaterra-el-empleado-aplicado/
      Ser la dama de llaves al parecer tiene un sentido de “vocación”, teniendo en cuanta  que nadie en la tierra vino para servirle a otro. Sin embrago, la cultura determinó en muchas sociedades una ocupación que desfigura el solo hecho de limpiar el mugre; monarquías enteras le deben su bombo a lacayos que cedieron su vida para embellecer la vida de otros.  

El servició domestico fue convirtiéndose 
en técnicas y estéticas que encasillaban 
como por arte de magia el lugar social.

http://periodismohumano.com/economia
/de-sirvientas-a-trabajadoras-con-derechos.html
    En Colombia y en el resto de Latinoamérica las cosas son complejas, recientemente una noticia  informó que un alto índice de personas se dedican a estos trabajos; esto no quiere decir que esta ocupación sea la preferida de los ciudadanos, o que muchas personas no tiene la virtud de auto-servirse por sí misma, tal vez. Pero hay que ser sinceros, el oficio doméstico es degradado y llevado a la esclavitud porque que cualquier persona analfabeta o no educada lo hace, también, porque se piensa que es uno de los peores trabajos del mundo. ¿Sera cierto? 

¿Qué es peor, limpiar la suciedad de una casa o qué un gobernante haga limpieza social?.

    El prejuicio es una bomba atómica, hay quien piensan que no todos los ciudadanos deberían ser educados porque sería un caos que todas las personas desempeñaran cargos intelectuales, además ¿quién recogería la basura?, ¿quién barrería las calles?, ¿quién cocinería?, ¿quién serviría los tintos?. Lo cierto es que las oportunidades en Colombia son sacadas como en una pesca milagrosa, en un reality o por el oportunismo, por eso hay un país de obreros sin conciencia, se desprecia  al obrero, es vergonzoso y si se deja de serlo se aprende la lección de arribista con derroche. No hay quien gane, los gobernantes no creen en el trabajo digno pero si una educación indigna.

http://grupojauretche.blogspot.com
/2012_03_01_archive.html
     La realidad es fantástica para que lluevan Mary Poppins insultadas y mal pagadas, en la noche los buses atiborrados viajan hacia el sur cargados de anécdotas que dan deseos de llorar, de pretender ira o de codiciar desesperanza, no obstante, la gente entre trancones y empujones sonríe, medita y duerme en las horas que se come el tiempo. 

    Es urgente contar esto en una crónica, contar que una abuela sostuvo una familia  lavando ropa, que unas tías se vinieron del campo para trabajar como internas, que una madre cocina los almuerzo más delicioso en otra casa que no es la de ella, lo debo contar. No obstante pararé aquí con el ánimo de recoger experiencias y entender  pasados.  

 Mientras tanto las casas siguen reluciendo como un acto ambiguo. 



Febrero 2013 


PROHIBIDO AMAR EN EL PARQUE

Por Estefania Almonacid Velosa


http://consentidolasletras.blogspot.com/2013/01/a-todos-y-cada-uno-de-mis-amigos.html
¿Por qué el parque era el escenario del enamoramiento por excelencia?, ¿Por qué nuestros padres no pueden dejar de lado al parque en el momento de contar sus anécdotas?, Acaso ¿Quién se arrepintió de ir en uniforme  de colegio a pasear con el tinieblo/a? ¿Qué tiene el parque para sentenciar amores de paso?

Recuerdo las fotografías, Bogotá con sus parques escondidos, fieles a la urbe francesa, el encuentro, el frío apasionado, las tardes de domingo, los pasos cortos, el caramelo entre los labios y los nervios de la cita. Primero, las dos manos mojadas agarradas, paso el tiempo, y los dos labios juntos, también húmedos, siguió pasando el tiempo y los dos cuerpos, ahora el césped envuelto en dos cuerpos que parecen uno. Es peculiar esa forma de como los enamorados habitan el parque, ser parte de su esencia, ser el fin mismo que haya un parque a la vuelta de la esquina, en el trabajo, frente a la avenida que  lleva y trae recuerdos,  mientras los pasajeros cambian el panorama por la vivencia del columpio que se mueve solo.

"Pareja en el parque"- Diego Rivera.
...Es peculiar esa forma de   
como los enamorados 
habitan el parque...

Nadie caminaba con inseguridad, no había miedo de ser sorprendido, de encontrarse a alguien conocido, a nadie sacaban del parque, así la jovencita se hubiera escapado, todo era muy de vez en cuando, era el jardín de los amantes perdidos. Pero las cosas cambian porque ese lugar tiene ojos que vigilan a toda hora.

En la mañana mientras iba escuchando algún bolero, el sol lloraba y los árboles se empapaban de melancolía,  por desgracia presencié  un acto bochornoso. La policía estaba insultando a un muchacho por desfachatado y peligroso, el chico con aspecto de rapero miraba con angustia e ira, pienso que no tenía angustia por el mismo, si no por su novia, la colegiala que estaba cabizbaja por lo sucedido. Al parecer los hombres de seguridad del parque, al sur de la ciudad, vieron sospechosos al muchacho acechando a la ingenua muchachita que no sabía lo que hacía.

Fotografía de Estefania Almonacid
-----¿Qué pensaría usted si su hija no se va a estudiar si no se encuentra con una mala compañía?, de verdad que la juventud se está perdiendo.---- Le dijo el policía a una señora que pasaba a preguntar lo que había sucedido.

...Tal vez nunca volvería a tocarla mucho, ni prendería un cigarrillo frente a ella y mucho menos saldría con ella cuando estuviera en uniforme...

Dos policías seguían avergonzando al muchacho de su pobre juventud, le reclamaban la insolencia de estar perdiendo el tiempo y llevando por mal camino a su novia. El muchacho confundido los miraba fijos sin refutar nada.  Tal vez nunca volvería a tocarla mucho, ni prendería un cigarrillo frente a ella y mucho menos saldría con ella cuando estuviera en uniforme; o al contrario, se vengaría de esos hombres cometiendo con severidad lo que le censuraron. Pero ese no era el momento para hacerlo, volvería mañana, les dio la razón y asunto terminado.

La pareja salió del parque sin decir palabra, no se cogieron de la mano, ella temía que llamaran a sus padres y él temía que los policías los siguieran persiguiendo. Debían idearse otro lugar donde no los vigilaran nadie, ¿cuál?. Fue así que un parque de la ciudad de Bogotá despachó a una pareja mal vista,  acto que causaría rabia a cualquier pareja culpable o inocente.  


2013


EN MANOS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Por Estefania Almonacid Velosa


     
Fuente: BOGOTÁ | Patrimonio ExtendidoNo data fecha 
   Era tradición que los presidentes el día de su posición fueran a la basílica menor del Sagrado corazón de Jesús para dar su Voto Nacional y encomendar al país al todo poderoso de los infiernos  del que era imposible salir. Esos hombres con sus vestidos de gala llegaban a el parque de los Mártires (carrera 15 entre calles 10 y 11), realizaban el ritual religioso, tenían claro el bien y el mal, se echaban la bendición y salían de la iglesia dejando todo el país en las manos de los santos, eso sí era ser un buen presidente, a la altura de las paloma; la misma ocupación y vocación. 

       No era necesario hacer más, para esto estaba iglesia que se construyó durante la guerra de los mil días (18 de octubre de 1899 – 21 de noviembre 1902)  en memoria de la adversidad de la guerra y de todos lo caídos que buscan la “independencia”. En la plaza de la iglesia fueron ejecutados Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos, Antonio José de Caldas, Mercedes Abrego y Camilo Torres, entre tantos más que llenan la lista de los Mártires.  

       Los lugares de un país son el reflejo de  la razón del mismo, por eso el Voto Nacional en el año 2013 huele mal, es el baño público de los habitantes de la calle, el parque de los perros, palomas, basuras; en las tardes soleadas el asfalto se quema, oxidado con los aromas penetrantes de una ciudad bastarda; en las noches de frio se escuchan gritos de dolor y locura, la iglesia se estremece y aparece el recuerdo de La virgen de los sicarios. Las personas que pasan en el Trasmilenio miran anónimas pensado en que nunca cruzarían ese parque,  ese santuario de los pecados, de los callejeros. 

Fuente: BOGOTÁ | Patrimonio Extendido
     Es domingo, a un lado de la iglesia reparten pequeños tamales con arepa y gaseosa a los habitantes del Bronx, lugar donde anteriormente era hoteles para camioneros y tiempo después fue hacinándose gente debido al desplazamientos de la calle del Cartucho. Ahora el parque Tercer Mileno está construido, pero la miseria tiene su sitio en la ciudad, no se puede esconder, ni desplazar, ni enterrar, eso es una confusión entre lo natural o lo impuesto socialmente. 

    
    Volviendo al tamal, las personas están atiborradas por no quedarse sin él, cuando ya lo consiguen voltean la esquina y desaparecen dentro de la calle idéntica a un mercado persa.  El corredor es oscuro, las casas agrietadas y las ventanas llenas de sombra, además de droga se vende ropa y chatarra, se encuentran maquinas traga monedas, van y viene los caminantes, las miradas nunca se cruzan, como hormigas van delimitando el territorio.

-----Este puede ser el lugar más seguro de la ciudad. No se preocupe, esto ya está controlado, siempre los visitan los guardias---- dice el dueño de un negocio  frente al Bronx.

Fuente: BOGOTÁ | Patrimonio Extendido
          Así como en Nueva York, el Bronx lleva la esencia de lo peligroso, deprimido y miserable de la ciudad, de la misma manera que en Bogotá se reinventa este lugar con el mismo destino de los desventurados. El sagrado corazón no escuchó las encomiendas de los presidentes ¿o sí?, el Voto Nacional cada vez está más agrietado, no obstante, los habitantes de este lugar no tienen miedo de quedar aplastados, por eso existe una ciudad subterránea, allí donde las gobernantes pueden ser las ratas que también se pelean entre ellas, tal vez unas sean conservadoras y otras liberales. 


Enero del 2013



EL FOTÓGRAFO DE LA NOCHE

Por Estefania Almonacid Velosa


Fotografía de: Carla Coulson
        Cuando se partió la noche en la ciudad de Bogotá, un cúmulo de gente demostraba la excitación de la salsa en sus cuerpos sudoroso y dinámicos. Como era tradición en el norte de la ciudad “Galería Café libro” reunía a miles de cuerpos rumberos que vivían la madrugada entre Son, trago y caricias. La pista de baile se cubría con pasos torpes, certeros, débiles, bruscos, inquietos, pasivos, como una telaraña donde los sentimientos y experiencias bailaban por si solos, sin necesidad de tener la conciencia de ello. Era sábado, una de la mañana y afuera del bar las calles se estremecían con la lluvia, poca gente transitaba cerca del parque de la 93, uno que otro recinto le rendía homenaje a la música que reunía pocos jóvenes sensuales a las afueras de sus puertas. Las sonrisas se distorsionaban a mil velocidades por minuto y el humo del cigarrillo se iba mezclando con la brisa, es así, que la nebulosa fue formando una atmósfera de bienvenida: Es el fotógrafo de la salsa.

    No quiso nombrar su identidad, por eso apretó su cámara con sus dos manos y fue acercándose a las parejas que bailaban meditabundas al ritmo una de las tantas orquesta recicladoras de clásicos de la salsa.  Él, rodeando los setenta años de edad reflejaba un rostro barbudo y pasmado, ojos negros e inocentes, demasiado reales en esta atmósfera fingida, entretenida e imaginada . Lo cierto es que el fotógrafo anónimo iba haciéndole una venia con la cámara a cada pareja distraída, rostros aburridos, excitados, confundidos, cabizbajos, no prestaban atención al sujeto clásico que cargaba una cámara vieja y una mirada de otros tiempos.
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     Tímidamente se fue deslizando a un rincón de la pista de baile, su rostro fue ajustándose a un gesto enigmático, era un niño mirando la exaltación de las parejas como si fuera la primera vez que entraba a un bar. Observaba excluido detrás de su cámara, buscaba alguna señal que le hiciera poner a funcionarla,  pero nada, todos estaban surgiendo en el efecto narcótico de las vibraciones sonoras.

      A un rincón había una mesa atiborrada de botellas de aguardiente, en ella había dos hombres gordos y ociosos de placer y una chica morena, voluptuosa de gesto simple. La chica bailaba con los dos en una actitud invisible, sonreía y vestía un pequeño vestido negro y tacones altos con incomodidad. Los dos hombres jocosos se le acercaban a sus oídos mientras ella miraba su celular con una indiferencia frívola. El fotógrafo los miraba con devoción pero nunca se les acerco a ofrecerles un retrato.

     A las tres de la mañana los bailadores se esfumaron como las promesas sentimentales de las canciones. El fotógrafo se acerco a una larga mesa y empezó a ordenar las botellas en fila, fue formando un túnel de cristal de 20 botellas, impaciente retrato aquella atiborrada  obra de arte,  sin embrago, cuando el flash empezó a pasar desapercibido una de las meseras llamó al de seguridad para despachar al intruso artista. Sin parecer asustado derramó la mirada del piso esperando lo que parecía costumbre; el hombre se le fue detrás y lo agarro del antebrazo con despreció, el fotógrafo  ofreció sus instantáneas al grupo de personas de la puerta del bar sin ánimos.

      ----Esperamos no volverlo a ver por aquí----  gritó con inseguridad e insolencia el guardián mientras el artista se alejaba desecho y tímido con la brisa de esta fotogénica Bogotá de habitantes sin rostro.


2012



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