El aguacate


Tomada de: https://interiorrd.com/el-aguacate/

      Para que un hombre cualquiera demuestre a las gentes sin palabras la perfección de su hogar, le basta llevar un aguacate en la mano. Es el argumento definitivo y contundente. Esa fruta, en forma de pera grande, de pulpa "blanda, amarilla, mantecosa y tierna", simboliza virtudes armoniosas, temperamento dulce a la ternura, afición por la casa, la esposa y los ruidosos chiquillos. 

      Cuando un ciudadano va por la calle llevando en alto un terso aguacate, parece que lo bañara una íntima satisfacción, un deseo de agradar a todo el mundo, una disposición placentera de saludar con parvas genuflexiones a las gentes y decirles palabras amables. Jamás un caballero de mal genio, con el espíritu cuajado de problemas, que guarde en el corazón una  nidada de odios, puede hacer lo mismo. Para merecer las bendiciones que emanan de un aguacate de apretados deleites, se necesita tener bruñida y tranquila la superficie del alma, que no esté rayada por el encono o el desamor al destino y a sus contingencias. Talante alegre, blando curso de las pasiones, buena vecindad con las penas y con los trabajos, devoción por el deber, son los requisitos esenciales para hacerse digno de la camaradería de un aguacate. 

     ¿Ustedes no han pensado, cuando se encuentran con un semejante por la calle, que lleva en la mano un ejemplar apetitoso de esta fruta, que ese personaje posee un hogar perfectamente feliz? Debe llegar a la casa con el rostro barnizado en ráfagas de dicha. Se debe sentar a la mesa con unción doméstica de patriarca, convocar a toda la familia y luego empezar a rebanar la fruta que ha traído como practicando un rito sagrado. ¡Ah! será regocijo de los ojos y acariciante espuela del apetito el pudor amarillo del aguacate, partido en cuatro cascos, con su amargo corazón descubierto, en el centro de la masa, sobre la pureza del mantel. El paladar se anega en saliva y los intestinos bailan un bambuco de felicidad. 

      Desconfiad de los hombres casados a quienes no veáis por la calle con su respectivo aguacate, a las doce del día. No saben lo que es el júbilo de vivir. Los pobres ignoran el amor a las virtudes clásicas. Carecen de un refugio con techo tembloroso de ventura. Un hombre sin aguacate odia la sociedad y sus instituciones, es capaz de robar y de matar. Esa fruta milagrosa es la única que les pone causes sedosos y sabrosos a los odios y a las decepciones humanas. 




José Gerardo Ramírez Serna (José Gers) 

Crónica tomada de Croniquillas de José Gers, 1946.




José Gerardo Ramírez Serna. Escritor caldense, de la cuadra de los cronistas de humor, nació en Aranzazu en 1914 y murió en Cali en 1986. Escribió crónicas y reportajes en La patria de Manizales, Relator y El País, de Cali, El Espectador y Sábado, de Bogotá. Cuando se publicó el libro Croniquillas (1946), Gers había escrito más de 3 mil crónicas para distintos medios del país, y para el libro se seleccionaron las publicadas en 1942 y 1945 en el diario Relator. También se publicó el libro Crónicas  y reportajes (1983). 
   
*Biografía tomada del libro La crónica en Colombia: Medio Siglo de Oro. Maryluz Vallejo Mejía. 1997.


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