Rabias tristes



Tomada por Estefania Almonacid.v



       
 
No solo a mí, a una gran cantidad de gente nos da rabia con aquellas personas que limpian los parabrisas, atacando de atrás, mientras el semáforo está en rojo. Es medio injusta esta rabia que llamo rabia triste o inútil o mal dirigida. Me puse a averiguar entre conocidos por las diferentes rabias tristes que sienten en su diario transitar por las calles de Bogotá.
       Hay gente que les coge tirria a ciertos mendigos de la ciudad. Algunas veces con cierto fundamento racional, la mayoría de ellas de manera totalmente irracional. A un amigo se le sube la adrenalina con un ciego que pide en la 77 con 7a. Me explica que lo saca de casillas, pues está convencido de que el tipo puede ver. Me asegura que lo vio algún día en el centro de la ciudad, en la plaza de Bolívar, caminando sin bastón y alimentando palomas. Yo por mi parte le sugiero que, para bajarle a la neura, piense más bien que le está dando la moneda no por ciego sino por buen actor.
       Hay otro conocido que le tiene bronca a una mujer -de aquellas miles- que pide limosna mostrando el cartelito mal escrito en el que nos cuenta su condición de desplazada. El asegura que su molestia proviene del hecho de que para él esa mujer no es desplazada, ya que no es negra, ni usa sombrero y, además, tiene cara de boyacense, de donde, según él, no hay desplazados. Le sugiero, para bajarle al odio que le genera la joven, que tome en consideración la posibilidad de pensar en que se trata de una desplazada de la riqueza.
       A mí, por ejemplo, me vuela la piedra un viejito paupérrimo y jodido por el simple hecho de que escupe, cada tres segundos, unos gargajos espesos y amarillos. Rabia triste, rabia irracional. Una amiga detesta a una vendedora de flores porque la vio alguna tarde cascándole salvajemente a una niñita. Esta furia la justifico.
       También se dan las rabias generalizadas contra grupos de personas o gremios. Hay gente que les tiene rabia a los taxistas. No a este, o a aquel, o a tal otro, sino, en fin, a todos. De manera que al pobre tipo le va a dar un paro cardíaco, pues taxis hay de a veinte por cuadra. Cosa similar me ocurre a mí con los buses, por el humo que expiden, por el ruido que hacen, porque paran donde les da la gana, etc. Y la rabia no discrimina, a pesar de la irracionalidad subyacente a la generalización.
         Da rabia que nos den rabia tantas cosas, en lugar de dirigir la rabia contra quienes propician tantas pequeñas rabias tristes. La rabia debe estar localizada contra quienes desplazan y no contra los desplazados; contra la corrupción y no contra los desempleados; contra quienes piratean y no contra quienes venden lo pirateado. Y así sucesivamente. Es mejor concentrar las rabias donde corresponde y dejar de desperdiciarlas en el lugar equivocado.

Escrito por: Mauricio Pombo 
El tiempo, 21 de octubre de 2004.

Tomada de ColArte
Mauricio Pombo nació en Bogotá en 1955. Filósofo de la Universidad de los Andes. Estudió lingüística en Alemania (Universidad de Hannover). Ha sido bibliómano, profesor, traductor del alemán y librero. Es  columnista de El Tiempo. Ha colaborado en las revistas Credencial y Soho. 

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