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COLECCIÓN DE TIPOS RAROS


Tomada de: es.wikipedia.org

Por Álvaro Burgos Palacios


    ES posible que usted tenga una colección de tipos raros. En la vida nos es dado ver a decenas de personas que por una u otra razón no se parecen al común de los mortales, sino que poseen rasgos sui géneris. 

        Para poner un ejemplo cito a dos personajes memorables en la literatura del boom: los cronopios y las famas. ¿Quién no ha visto a alguien que se aparta de todos los moldes y asume su existencia de manera insólita? ¿Quién no conoce a alguien que lee hasta el amanecer, espicha el tubo de crema dental por otro lado y se engolosina con música como el jazz o los conciertos para órgano de Juan Sebastián? Bueno, ese puede ser un cronopio. 

     En cambio las famas son previsibles. Son personajes de ocho a doce y de dos a seis a los que no asaltan ninguna duda metafísica ni se les hace raro que un violinista camine sobre el tejado.

    Las famas, hombres y mujeres, son previsibles, ordenados, elementales, obvios. Si alguna cosa extraña les ocurre es que no les ocurra nada. Son lisos y simples como un balín metálico. Es lo que más se parece a su personalidad. Las famas creen que la paz es un asunto de bala y la guerra un imposible para la humanidad.  (Para más datos sobre los cronopios y las famas, favor releer Rayuela, novela aleatoria de un argentino nacido en Bélgica, Julio Cortazár). 

      No voy a nombrar a ese par de tipos raros, salidos de la vida y consagrados por la literatura: Don Quijote y Sancho Panza. Y no los nombro porque muchos de mis lectores pueden creer que son prototipos existenciales de dos clases de personalidades muy comunes cuando, en mi opinión, son tan insólitos como humanos. 

      Pero la curiosidad por los tipos raros no quiero que desaparezca al ofrecer a esos los españolitos nacidos en el 1605 de magín de don Miguel de Cervantes.

     Hablemos de raros raros. Supe de un hombre que dormía sobre el duro piso frío, no porque no tuviera una cómoda cama sino porque sus huesos y sus músculos reclamaban la dureza gélida del piso.

    Conocí a una persona que se lavaba las manos treinta veces al día. Trabajaba vendiendo muebles viejos y ese era su chicle. Otro que tenía colección de cadáveres de moscas. Uno más que se la pasaba mirando imágenes en el microscopio sin saber ni pío de biología. Otro que hablaba de libros superpequeños para leer con lupa. 

     Uno, que leía las conferencias de derecho sobre el tejado del templo de Santo Domingo, en Popayán. Otro que enloqueció por consultar a la ouija para cualquier caso. Otro que todo lo pendulaba para saber si lo hacía o no. 

     Dentro de estas opciones hay algunas que lindan con neurosis y psicosis, pero estos pertenecen al respetable mundo de la locura abierta. Cerca de mi casa hay un hombre que se suelta a hablar como si tuviera un radio entre las tripas y dicta conferencias sobre lo divino y lo humano hasta más allá de medianoche después de haber hablado doce horas seguidas. Ese, claro, no es un tipo raro sino un enfermo locuaz.
      Se reciben aportaciones sobre tipos raros. 


El País, "Campaña", 14 de febrero de 2006.


Tomado de :
http://ntcboletin.wordpress.com/
Álvaro Burgos Placios, periodista, escritor y abogado, nació en Bogotá, en 1945. Máster en Ciencias Políticas en la Universidades Javeriana de Bogotá. Ha ejercido como juez y catedrático universitario. Redactor del diario El Tiempo, jefe de redacción de Cromos y coordinador editorial de El País de Cali. Ganador de varios premios de periodismo. Su obra literaria figura en los libros colectivos Obras en marcha y Antología inédita de Colombia.

Tomado de Antologías de Notas Ligeras colombianas. Maryluz Vallejo. Pg. 342





      
      

      

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