El destacado de la semana...



JUBILACIÓN

Tomada de http://himajina.blogspot.com


Por Eduardo Caballero Calderón
(Swann)


Hace unos cuantos días en el Consultorio Sentimental de El Espectador --- cuya lectura como documental humano es apasionante-- me enteré del caso de un empleado, tal vez un ejecutivo, a quien le llegó el día de su jubilación deseada con ahínco desde hace varios años. El hombre podría ahora desayunar en la cama, hojear sin afanes el periódico  deambular por las calles en horas de oficina, pasear en automóvil con su mujer, tener largas sobremesas con los amigos en café, gozar de espectáculos que nunca tuvo tiempo de ver, oír en el tocadiscos la música que nunca tuvo tiempo de escuchar, comprar los libros que siempre quiso leer, conocer el país y viajar por el mundo que para él siempre permaneció sepultado e las enciclopedias y los textos de geografías que tanto le aburrieron cuando era niño.


"...los he visto sentados en al banca de un parque, con las manos heladas sobre las rodillas y los ojos cerrados, tomando el sol mientras la vida pasa por la calle."

La consultante, esposa de nuestro pobre jubilado ---un jubilado rico, por lo demás--- relataba relataba con angustia que bastaron tres meses de ocio bien ganado por su marido para que este se convirtiera en otro hombre. Al rayar el alba tenía que levantarse pues no podía soportar las cobijas ni el ruido que venía de la calle. Había descubierto la incomodidad de desayunar en la cama. El periódico le aburría. El libro que tanto había deseado leer se le caía de las manos. A pasear por la ciudad no encontraba a nadie con quién hablar. Sus antiguos colegas de oficina --de quienes había jurado sacudirse la coyunda cuando lo pasaran al retiro --- eran en realidad sus únicos pero ahora ellos , y no él, le sacaban el cuerpo. Le cansaba pasear, no tenía la menor curiosidad de conocer el mundo y descubrió dentro de la más profundo depresión que por haber pasado la vida trabajado con la ilusión de que llegara el día en que podría darse el gusto y el lujo de comenzar a vivir, ya era demasiado tarde para aprender a hacerlo.

Como este pobre hombre imagino yo que habrá millones de seres en el mundo que, de viejos, no saben holgar porque de niños no aprendieron a soñar, ni de adolescentes a ver y a oír , ni de jóvenes a vivir de veras. Viejos que no van al museo a regalarse una vez más con la visión de un cuadro que no vieron de niños; viejos que no pueden releer porque nunca tuvieron tiempo de leer; viejos incapaces , por falta de costumbre  de sentarse a escuchar ante el tocadiscos un bello trozo de música que no oyeron jamás. Pobres viejos con el alma seca como un esparto y el corazón relleno de cenias, como las manzanas del Mar Muerto. No solo aquí sino en muchas ciudades del mundo, que para ellos sigue siendo incompresible y ajeno, los he visto sentados en al banca de un parque, con las manos heladas sobre las rodillas y los ojos cerrados, tomando el sol mientras la vida pasa por la calle.



Lecturas Dominicales, 6 de abril de 1975.



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